27 de octubre de 2013

EL VI CONGRESO DE NUESTRA LENGUA

LA INMENSA VITALIDAD DEL CASTELLANO A PARTIR DE SU CAPACIDAD DE EXPRESAR UNIVERSALMENTE LAS CULTURAS AMERICANAS ORIGINARIAS, EL MESTIZAJE DEL PERIODO INDIANO Y SU EXPANSIÓN COMO EXPRESIÓN DE UNA NUEVA CULTURA EN EL NORTE DE AMÉRICA
En un discurso magnífico, interrumpido varias veces por aplausos estruendosos, Sergio Ramírez abrió en Panamá el VI Congreso de nuestra lengua.

Sergio Ramírez al pronunciar sus palabras en Panamá

El escritor nicaragüense, autor de Perdón y olvido, Margarita está linda la mar, Mil y una muertes, Sombras nada más y La fugitiva, hizo un alegato vibrante acerca del carácter de nuestra lengua, su expansión, su vitalidad y su capacidad para expresar un futuro diferente para el mundo. “Soy un escritor de una lengua vasta, cambiante y múltiple, sin fronteras ni compartimientos, que en lugar de recogerse sobre sí misma se expande cada día, haciéndose más rica en la medida en que camina territorios, emigra, muta, se viste y de desviste, se mezcla, gana lo que puede otros idiomas, se aposenta, se queda, reemprende viaje y sigue andando, lengua caminante, revoltosa y entrometida, sorpresiva, maleable…” dijo Ramírez. Ciertamente, el castellano es la lengua materna más hablada del mundo, y en términos totales, la segunda del mundo y la tercera en Internet. Expresa los sueños irreductibles de un pueblo mestizo como su lengua castellana y su hermana lengua portuguesa, que celebra toda su historia como promesa. Porque el Congreso de la Lengua también fue el marco para celebrar los 500 años del descubrimiento del Océano Pacífico –que los americanos navegábamos desde varios siglos antes- por Vasco Núñez de Balboa. 

Discurso pronunciado en la inauguración del VI Congreso Internacional de la Lengua Castellana en Panamá, 20 de octubre de 2013
Sergio Ramírez
Siempre me ha intrigado saber lo que es sentirse escritor de una lengua que tiene el país por cárcel, una lengua que no se habla más allá de las propias fronteras. Claro que el tamaño de una lengua no se mide por sus límites geográficos, ni creo que haya lenguas pequeñas. Todas tienen sus propios registros mágicos e inmensas posibilidades literarias, pero éstas de las que hablo son lenguas hacia adentro.

No sé lo que es vivir en uno de esos espacios verbales cerrados. Hay escritores que desde allí, desde esos compartimentos, se han  trasplantado a alguna de las grandes lenguas europeas, como el gran escritor Milán Kundera, que ahora escribe en francés, y no en checo. Pero para mí, una renuncia semejante significaría alejarme de la casa de la infancia por siempre clausurada, desde donde me llegan las voces que un día aprendí para siempre.
Son escritores que dejan de escribir en la lengua en que nacieron, y con la que nacieron, bajo un sentimiento de asfixia. El sentimiento de que su voz se escucha de cerca, pero no de lejos, de por medio o no la traición de las traducciones. Y no puedo verlo sino como una dolorosa mutilación, como la que se practicaba a los castrati en el siglo diecisiete, que ganaban así una nueva voz, pero perdían para siempre la propia. Mutilarse para sobrevivir. Pero peor que la castración es la deslenguación, la lengua extirpada, desde su arranque y raíz.
Quitarse la lengua uno mismo, o que se la quiten por la fuerza. Otro de los grandes escritores centroeuropeos, Sandor Marais, sintió que había muerto cuando sus libros, que entonces sólo podían leerse en húngaro, fueron prohibidos. Ya tenían sus novelas el país por cárcel, y ahora las enviaban al cementerio. Le habían extirpado la voz como castigo. No sólo nadie podría leerlo al otro lado de la guardarraya, ni siquiera en Polonia o en Austria, donde no estaba traducido, sino que tampoco podría ser leído en su propio país. Como que no existiera. Y así  el mundo se perdió por muchos años la espléndida belleza de sus palabras, mientras él decidía su suicidio en el exilio, ya sin lengua.
Nicaragua es un país más pequeño que la Hungría de Sandor Maris, o de lo que fue la antigua Checoslovaquia de Milán Kundera, y por eso me intriga, y me aterra, esa posibilidad de que nadie pudiera oírme más allá de mis fronteras, o la de quedarme alguna vez sin lengua. El limbo de las palabras, o su infierno.
Si en cada uno de los países de Hispanoamérica se hablara una lengua diferente, viviría yo también, a fuerza, ese síndrome de babel que obliga a despreciar la propia lengua para entregarse sin consuelo a otra de mayores posibilidades. Y al perder la lengua así, cortada desde donde empieza, en lo hondo de la faringe, perdemos también la garganta, la boca, el oído, el olfato, la visión.
Al perder la palabra, perdemos la memoria. Para ser trasplantado hay que ser arrancado de las propias raíces, porque la lengua no es solamente una forma de expresión que uno pueda cambiar en la boca a mejor conveniencia, sino que es la vida misma, la historia, el pasado, y aún más que eso, el existir en función de los demás, porque la lengua sola de un individuo hablando en el desierto no tendría sentido, menos para un escritor, que si existe es porque alguien más comparte sus palabras, y las vuelve suyas. Según evocaba Miguel Angel Asturias la tradición del pueblo quiché, el mismo pueblo que nos heredó la magia del Popol Vuh, aquel que habla en nombre de los demás es el Gran Lengua de su tribu.
Existimos, porque podemos hablar entre todos los que profesamos esa misma lengua, y con esa misma lengua, sin confundirnos como en el Pentecostés, cambiándola cada día, y agregándole capas de pintura creativa, en lo que hablamos en la calle, y en lo que escribimos en la literatura.
Soy un escritor de una lengua vasta, cambiante y múltiple, sin fronteras ni compartimientos, que en lugar de recogerse sobre sí misma se expande cada día, haciéndose más rica en la medida en que camina territorios, emigra, muta, se viste y de desviste, se mezcla, gana lo que puede otros idiomas, se aposenta, se queda, reemprende viaje y sigue andando, lengua caminante, revoltosa y entrometida, sorpresiva, maleable. Puedo volar toda una noche, de Managua a Buenos Aires, o de la ciudad de México a Los Ángeles,  y siempre me estarán oyendo en mi español centroamericano.
Español de islas y tierra firme, deltas, pampas, cordilleras, selvas, costas ardientes, páramos desolados, subiendo hacia los volcanes y bajando hacia la mar salada, ningún otro idioma es dueño de un territorio tan vasto. Me oirán en la Patagonia, y en Ciudad Juárez, un continente de por medio, y en el Caribe de las Antillas Mayores, y en el arco del Golfo de México, y del otro lado del dilatado Atlántico también me oirán, y oiré, en tierras de Castilla, y en las de Extremadura, y en las de León, en las de Aragón. Y en Guinea Ecuatorial, y en el desierto saharaui. Nos oiremos, hablaremos. Sabremos de qué estamos hablando, porque en la lengua, somos idénticos, estamos ungidos por la misma gracia.
Augusto Roa Bastos es un híbrido del español y el guaraní, de otra manera no existiría Hijo de Hombre. La sintaxis quechua entra en la escritura de José María Arguedas, de otra manera no existiría Los ríos profundos. Sin la lengua yoruba, congo o mandinga y su profundo palpitar de tambores, no existiría Songoro Cosongo de Nicolás Guillén, ni Tuntún de pasa y grifería de Luis Palés Matos, y sin el quiché tampoco Hombres de Maíz de Miguel Ángel Asturias.
Aguas revueltas de ríos distintos, una sola en su vasta y caótica diversidad que ya del lado de los emigrantes hispanos a Estados Unidos, se vuelve más vasta y sigue nutriéndose y transformándose.  Porque una lengua viva, que emigra, y no se queda enclaustrada en su propia casa, siempre lleva las de ganar.
Cuando en América hablamos acerca de la identidad compartida, nuestro punto de partida, y de referencia común, es la lengua. No somos una identidad étnica, no somos una multitud homogénea, no somos una raza, somos muchas razas. La diversidad es lo que hace la identidad. Tendremos identidad mientras la busquemos y queramos encontrarnos en el otro. Pero somos una lengua, que tampoco es homogénea. La lengua desde la que vengo, y hacia la que voy, y que mientras se halla en movimiento, me lleva consigo de uno a otro territorio, territorios reales o territorios verbales.
Estratos geológicos superpuestos, palabras escondidas abajo, y encima la agobiante modernidad que trastoca los vocablos que buscan el cauce de las necesidades tecnológicas, porque quien no inventa tecnología tampoco inventa los términos de la tecnología, y entonces la lengua abre sus valvas para recibir esas palabras ajenas, y volverlas propias, el inglés como antes el árabe.
No puedo sentirme solo. No tengo mi lengua por cárcel, sino el reino sin límites de una incesante aventura, de Cervantes a García Márquez, de Góngora a Rubén Darío, de Alonso de Ercilla a Pablo Neruda, de Bernal Diaz del Castillo a Juan Rulfo, de Lope de Vega a Julio Cortázar, de Sor Juana a Javier Villaurrutia, de Miguel Hernández a Ernesto Cardenal, del Inca Garcilaso a César Vallejo, de Pérez Galdós a Carlos Fuentes, de Rómulo Gallegos a Vargas Llosa, de García Lorca a José Emilio Pacheco.
Es nuestra lengua mojada. La que entra oculta a los Estados Unidos en los furgones de carga, hacinada en los techos de los vagones del tren de la muerte en viaje de Chiapas a Sonora, la que pasa debajo de las alambradas, la que traspasa el muro inteligente, la que burla los detectores infrarrojos,  la que no se deja encandilar por los reflectores, la que huye de los perros de presa que saben oler pobreza y sudores, y de los cebados granjeros de Arizona convertidos en vigilantes armados de fusiles automáticos. Vigilante. Palabra ésa que, ironías de la lengua perseguida, le pertenece a ella misma.
Emigra desde tan lejos como Bolivia, el Perú y Ecuador, acampa en el río Suchiate esperando la noche para pasar a nado, siempre acosada a lo largo de su marcha temerosa hacia el otro río, el río Bravo, clandestina, y por tanto subversiva. Es la lengua de la pobreza, que cae bajo las balas de los Zetas en su camino, lengua triste y masacrada que sin embargo vuelve a despertar al nombrar cada vez al dolor y la miseria, pero también la esperanza.
Renace todos los días, se aclimata, camina. Cambia mientras camina. El español de la Tierra del Fuego y el de los salares del desierto de Atacama, el de las alturas de Machu Pichu y el de la tierras caliente de Michoacán, el español del valle del Cauca y los llanos de Apure, el español de la estrecha garganta pastoril iluminada por el fuego de los volcanes que es Centroamérica, el español campesino del Cibao dominicano y el insaciable español habanero, el español tapatío y el de los chilangos de la región más transparente del aire, y el del desierto de crudos espejismos de Sonora, el español de las dos Californias, el de las madreadas mexicanas en Los Ángeles, el de los murmullos de los inmigrantes ecuatorianos y bolivianos perseguidos en San Diego, el de los nicaragüenses que lloran de cabanga en San Francisco por su paisaje perdido, el de los tex-mex del Paso, el de los chicanos de Yuma. La raza.  El español de los hondureños dejados desde antaño en las costas de Luisiana por los barcos bananeros de la Flota Blanca, el de la Florida de Ponce de León donde se habla en son cubano, el de los salvadoreños, los tristes más tristes del mundo de Roque Dalton, en las barriadas de Washington, el vasto e intrincado español de los dominicanos,  y los puertorriqueños de Nueva York.
La lengua que se paraliza en la boca es una lengua muerta. Y el español es también en los Estados Unidos una lengua literaria, que es la otra manera de que una lengua viva sin riesgos de muerte. Una lengua de los escritores que han traspasado la frontera, o que han nacido en el territorio de Estados Unidos, y escriben en español. Unos hablan la lengua, otros la escriben, y estos son sus dos puntales vitales. Es un asunto verbal, no territorial. Una cultura híbrida, variada, y contradictoria, sorprendente y sorpresiva, que varía su sintaxis, que crea neologismos, que se aventura a inventar.
Quienes la hablan y quienes la escriben son protagonistas de esa invasión verbal que cada vez más tendrá consecuencias culturales. Consecuencias de dos vías, por supuesto, porque cuando las aguas de un idioma entran en las de otro, se produce siempre un fenómeno de mutuo enriquecimiento.
La lengua que gana nuevos códigos cerca del lenguaje digital, de los nuevos paradigmas de la comunicación, de los libros electrónicos, de las infinitas bibliotecas virtuales que estuvieron desde antes en la imaginación de Borges, y que gana modernidad mientras se adentra en el siglo veintiuno.
El Gran Lengua seguirá siendo el vocero de la tribu. El que tiene el don de la palabra y representa así a los que no tienen voz. El que alza la voz, es él mismo la lengua, la encarna, y se encarna en ella. Guarda y publica la memoria de las ocurrencias del pasado, inventa, imagina, interpreta, recrea, explica, y seduce con las palabras.
¿A qué otra cosa mejor puede aspirar un escritor, sino a ser lengua de una tribu tan variada y tan vasta?

20 de octubre de 2013

INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA Y CARIBEÑA


ACTO INAUGURAL DE LA CATEDRA LIBRE INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA Y CARIBEÑA

8 de noviembre de 2013 – 18 hs.

Universidad Nacional de Lomas de Zamora

Facultad de Ciencias Sociales

Avda. Juan XXIII y Camino de Cintura – Lomas de Zamora


A fines del siglo XV América irrumpió en el mundo y con su irrupción inició la historia universal y puso ante los hombres y mujeres por primera vez a la humanidad completa. Casi simultáneamente nació al pensamiento latinoamericano, cuando Francisco de Vitoria, horrorizado ante la muerte de Atahualpa por Pizarro, alzó su voz para condenar el magnicidio y negarle toda legitimidad a los poderes globales de entonces para usurpar la soberanía de los pueblos de América o juzgar, condenar y ejecutar a sus reyes.

En estos años revueltos de crisis global humanitaria, el resto del mundo necesita a América nuevamente. A semejanza de aquel momento, en que a la otra parte del mundo le faltaba América, al mundo le falta hoy una parte porque un tercio de la población global ha sido excluida de la comunidad universal y convertida en una inmensa periferia existencial, como nos dice Francisco.

Y América, nuevamente, tiene lo que el mundo necesita para estar completo: el humanismo popular que impregna su pensamiento. Para expresarlo cuenta con la lengua materna más hablada hoy en el mundo. Que expresa cabalmente, como decía José María Arguedas, “nuestro espíritu…porque el castellano está embebido en el alma quechua” y en la de todos los pueblos y culturas americanas. En 2030 también será la lengua más hablada en los EEUU, merced al explosivo creciente demográfico de los hispanos, lo que nos permitirá pensar en castellano de polo a polo.

Para donarse al mundo, la América castellano y luso parlante necesita concretar su unidad, lo que le permitirá saldar también sus debilidades y dolores. Ya no son posibles las políticas nacionales, porque las únicas políticas viables son continentales. El viejo sueño de San Martín, el partido americano, está en el horizonte.

En este marco la Cátedra Libre Integración Latinoamericana se propone pensar, aprender, enseñar y difundir América.

Transcribimos la presentación de la Cátedra:  

“2013 Año del Bicentenario de la Asamblea General Constituyente de 1813”
    

     Universidad Nacional de Lomas de Zamora
      Facultad de Ciencias Sociales
 

Presentación de la Cátedra Libre Integración Latinoamericana

El proceso de integración latinoamericana ha retomado desde el año 2000 el proyecto político, social y económico del movimiento independentista y de los movimientos populares del siglo XX. Como señala el Papa Francisco en el prólogo al libro de Guzmán Carriquiry El Bicentenario de la Independencia de los países latinoamericanos, “la independencia no fue un hecho puntual que se dio en un momento sino un camino con escollos y retrocesos, un camino que aún hoy hay que seguir andando en medio de variados conatos de nuevas formas de colonialismo”.

A partir de la Primera Cumbre de Presidentes de América del Sur celebrada cuando comenzaba el siglo, se formaron y desarrollaron la Unión de Naciones Sudamericanas, UNASUR, que reúne a todos los países de América del Sur y la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, CELAC, que incluye a todos los de América con excepción de Estados Unidos y Canadá. La sanción del Tratado Constitutivo de UNASUR en 2008 le dio estado constitucional al Consenso del Cusco, de profundo compromiso humanista, que propone un proyecto alternativo al Consenso de Washington y al Consenso de Beijing.

UNASUR tiene una Presidencia pro tempore anual, un Consejo de Jefes de Estado y de Gobierno, un Consejo de Cancilleres, un Consejo de Delegados, una Secretaría General electiva bianual y doce Consejos Sectoriales, que cumplen las funciones de Ministerios de la organización regional. Ha fundado el Banco del Sur. En su horizonte está la formación del estado confederal continental industrial propuesto por Alberto Methol Ferré, siguiendo el proyecto de Perón de los Estados Unidos de América del Sur.

CELAC ha permitido expresar unívocamente la política de América Latina en el mundo, en  áreas tan significativas como la educación, la alimentación y el comercio internacional. Las Conferencias Regional y Mundial sobre Educación Superior (UNESCO, Cartagena de Indias 2008 y París 2009), sostuvieron el criterio latinoamericano del acceso universal a la educación pública y gratuita como derecho humano y social. La FAO, con Graziano da Silva como Director General impulsa una política eficiente para acabar con  el escándalo del hambre en un mundo opulento. La OMC, con Roberto Azevedo como Presidente, afirma el comercio justo e igualitario entre las naciones como el verdadero comercio libre.

Por fin, el creciente liderazgo espiritual de Francisco en los pueblos del mundo, alzados contra la exclusión, la pobreza, la desaparición del trabajo y el cierre de las fronteras por los países que han acumulado la riqueza del mundo, abre nuevas perspectivas de un mundo multipolar, más justo. Y fortalece y da pleno sentido a la reunificación de nuestra América.

Este proceso de reconstrucción del sentido de la vida personal y social requiere espacios académicos adecuados para contribuir a su desarrollo y enriquecimiento desde la perspectiva y la autonomía del pensamiento latinoamericano.

La Cátedra Libre de Integración Latinoamericana y Caribeña se propone ser uno de ellos, vinculándose con las cátedras e institutos de similares objetivos de las Universidades latinoamericanas, las Instituciones de UNASUR y CELAC, las embajadas de las naciones latinoamericanas, las organizaciones de ciudadanos latinoamericanos en Argentina y los centros de investigación y docencia y las publicaciones científicas dedicadas a los Estudios Latinoamericanos en todos los continentes.

Los objetivos de la Cátedra serán:

 

a) Desarrollar la docencia, investigación, extensión, discusión y difusión del proceso de reunificación de América desde la perspectiva del pensamiento latinoamericano.

b)  Formar para el ejercicio de funciones en las instituciones de UNASUR y CELAC.

d) Contribuir al desarrollo de las instituciones y las políticas públicas continentales, y a la formulación de una doctrina de la integración.

e) Realizar publicaciones vinculadas con sus actividades.

f) Desarrollar la participación de las organizaciones de la comunidad en el proceso de integración y su vinculación con las organizaciones comunitarias latinoamericanas.

g) Promover que sea incluida la integración latinoamericana en la enseñanza de todos los niveles.

 

Los ejes temáticos permanentes de las actividades de la Cátedra serán:

 

1.   La historia, la cultura y el pensamiento de América Latina.

2.  Las integraciones continentales como herramientas de construcción de la comunidad mundial.

3.  Los movimientos políticos y sociales de latinoamericanos fuera de América Latina.

4.  La historia del proceso de unidad americana.

 

       Santiago Aragón           Humberto Podetti          José María Costa

          Decano                          Director                     Secretario