Los caminos del Inca, patrimonio de la
humanidad y contribución al futuro
El Capac Ñan o red de caminos del estado Inca es un extraordinario
sistema de comunicaciones de 30.000 kilómetros, que expresa la naturaleza
social y económica del Tahuantinsuyo, muchas de cuyas instituciones forman
parte del ideario político contemporáneo de América Latina
Humberto Podetti
La UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad a la red de caminos del
Inca, que une San Juan de Pastos en Colombia con Santiago de Chile, atravesando
Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Chile. El sistema se completa con
las vías fluviales, también de muchos miles de kilómetros, que permitía a los incas
navegar el Pacífico y hacia el Atlántico a través del sistema del Amazonas. Y por lo tanto comunicaban casi todo el territorio suramericano.
La red fue completada durante los 100 años en que Cusco fue la capital de
América del Sur. Para ello los incas utilizaron los caminos trazados por muchas
de las culturas andinas que, como la tiahuanaco, la mochica, la chimú o la
huari, precedieron al Tahuantinsuyo, el estado universal inca.
Aún hoy es una obra
asombrosa desde el punto de vista de la ingeniería. Pero su valor es aún mayor
cuando se considera el modo en que fue construida y mantenida y cómo funcionaba
en cuanto eje del sistema público de comunicaciones y transporte. Esos modos
muestran el entramado social, político y económico del estado inca.
El Qhapaq Ñan en Perú
Su construcción implicó
desarrollar puentes colgantes sobre hondonadas y quebradas profundas y ríos
caudalosos, terraplenes en los pantanos, escaleras en las cumbres, pedraplenes
en las laderas de las montañas, mojones en los desiertos y extensas pircas en
los valles inundables. Los puentes eran construidos con gruesas sogas vegetales
y pisos de totoras y barro capaces de sostener tropas de llamas y el paso
simultáneo de muchas personas. Los terraplenes sobre pantanos implicaron
formidables movimientos de suelo. El
camino alcanza su mayor altura entre Pachacamac, a nivel del mar, y Pariacaca,
a 5.700 metros, y en muchos otros de sus tramos supera los 5.000 metros.
Pedraplenes en la precordillera
Escaleras
La red tenía en toda su
extensión un sistema de tampus o tambos para el descanso, el abrigo y la
alimentación de los viajeros. Estaban construidos aproximadamente cada 20
kilómetros, que era la distancia que podía recorrer en un día una llama con su
carga completa (45 kilos). Los tambos incluían habitaciones para las personas,
corrales para los animales y depósitos de leña y lana y de alimentos y agua.
Los alimentos se conservaban mediante una técnica de deshidratación que
permitía conservar tanto los vegetales (desde papas hasta algas marinas) como
la carne (el charqui que aún usamos) durante
largo tiempo. Los tambos constituían también una red de reservas alimentarias
para períodos de crisis, derivados de situaciones climáticas o guerras. Los
depósitos eran mantenidos siempre disponibles para los viajeros por la
población más cercana, y el camino era reparado cuando era necesario del mismo
modo, siempre como trabajo comunitario solidario y recíproco.
Tambo
En cuanto a las vías fluviales, los incas eran excelentes navegantes
tanto en el mar como en los ríos. Desarrollaron embarcaciones de diferentes
tamaños y capacidades, movidas a remos y velas y manejadas con timones. Las más
grandes podían transportar hasta 50 personas, con los alimentos y abrigos
necesarios para navegaciones prolongadas. Eran buenos navegantes en el mar, de
modo que el sistema vial y fluvial se completaba con numerosos rutas marítimas
costeras. Estas naves pudieron navegar el Pacífico o el Atlántico y podían
transportar más personas que las carabelas de Colón, que llevaban cada una
entre 30 y 40 personas.
Representación moche de
embarcaciones navegando juntas
Este extenso y complejo sistema de transportes y comunicaciones de miles
de kilómetros permitió el desarrollo de un eficaz sistema de comunicaciones
mediante los chasquis, jóvenes
entrenados especialmente para brindar ese servicio y que trasladaban los quipus, sistemas de hilos de diferentes
colores con nudos que expresaban mensajes breves y registraban existencias o
inventarios de alimentos o bienes, números de habitantes, etc. Llevaban un
sombrero con un tocado de plumas blancas que los identificaban y portaban un
instrumento de viento para anunciar su llegada a las poblaciones y solicitar el
alistamiento del chasqui que
continuaría el camino transportando el quipu.
También hizo posible el desarrollo de los mitmacunas
o énclaves, mediante los cuales miembros de un pueblo se instalaban en
jurisdicción de otro pueblo para producir bienes que no era posible obtener en
su territorio.
Chasqui con su sombrero
con penacho
de plumas blancas, caracol-trompeta y quipus
Los caminos, los tambos, los depósitos de alimentos y las embarcaciones
se construyeron y mantuvieron mediante el
sistema de la mita, que consistía en
trabajo comunitario fundado en la solidaridad y la reciprocidad, y que implicó
la participación de miles de personas de diferentes culturas y lenguas en un
territorio extenso y diverso, a lo largo de un siglo.
Por consiguiente, si la ingeniería fue un ingrediente notable de la red,
más aún lo fue el proceso de su construcción, mantenimiento y funcionamiento,
que implicaron una aún más asombrosa red de solidaridad y reciprocidad que
involucró directa o indirectamente a los más de 10 millones de habitantes del
Tahuantinsuyo en el momento de su apogeo.
La naturaleza de las instituciones del Tahuantinsuyo originó muchas de
las propuestas que el pensamiento latinoamericano ofrece al mundo para afrontar
la crisis global contemporánea, de modo que el reconocimiento de la UNESCO
honra nuestro pasado pero también nuestro futuro.
Baste recordar que las instituciones andinas de los mitmacunas o enclaves (que
permitían la libre circulación y el establecimiento
de personas en el territorio de cualquier pueblo para producir bienes o
alimentos) y la que aseguraba la participación de todos, inclusive los miembros
de otros pueblos, en la propiedad común, inspiraron la formulación del derecho
de gentes de Francisco de Vitoria. Y ese derecho constituye el fundamento
jurídico del clamor del Papa Francisco y del Cardenal O’Malley en la Isla de
Lampedusa y en el Muro Sensenbrenner por los muertos latinoamericanos,
africanos y asiáticos en las fronteras de EUU y Europa. Y también de su reclamo
de permeabilizar las fronteras de ambos, permitiendo el libre ingreso de los
migrantes.
También cabe recordar que la proposición de la comunidad organizada recogió las ideas andinas de la solidaridad y la reciprocidad como fundamentos de la organización de una sociedad
justa, equitativa e integrada e inspiraron asimismo la idea del trabajo como
fundamento de la dignidad humana.
Y que la minca (versión de la mita para los trabajos de carácter personal
o familiar) sigue empleándose desde Colombia a Chiloé para la contribución de la
pequeña comunidad en la construcción o mudanza de la vivienda de cualquier
miembro o para algún trabajo que requiere más personas que los miembros de la
familia.
El proyecto del estado
continental industrial de América del Sur, en avanzado desarrollo desde la
constitución de UNASUR, incluye muchas de las valiosas enseñanzas del tahuantinsuyo, como el Proyecto de la Red de Silos para la seguridad alimentaria, que financiará el Bacno del Sur y que retoma una de las funciones de los tambos del Qhapaq Ñan.