24 de julio de 2014



Los caminos del Inca, patrimonio de la 

humanidad y contribución al futuro


El Capac Ñan o red de caminos del estado Inca es un extraordinario sistema de comunicaciones de 30.000 kilómetros, que expresa la naturaleza social y económica del Tahuantinsuyo, muchas de cuyas instituciones forman parte del ideario político contemporáneo de América Latina

Humberto Podetti

La UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad a la red de caminos del Inca, que une San Juan de Pastos en Colombia con Santiago de Chile, atravesando Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Chile. El sistema se completa con las vías fluviales, también de muchos miles de kilómetros, que permitía a los incas navegar el Pacífico y hacia el Atlántico a través del sistema del Amazonas. Y por lo tanto comunicaban casi todo el territorio suramericano.

La red fue completada durante los 100 años en que Cusco fue la capital de América del Sur. Para ello los incas utilizaron los caminos trazados por muchas de las culturas andinas que, como la tiahuanaco, la mochica, la chimú o la huari, precedieron al Tahuantinsuyo, el estado universal inca.

Aún hoy es una obra asombrosa desde el punto de vista de la ingeniería. Pero su valor es aún mayor cuando se considera el modo en que fue construida y mantenida y cómo funcionaba en cuanto eje del sistema público de comunicaciones y transporte. Esos modos muestran el entramado social, político y económico del estado inca.


El Qhapaq Ñan en Perú

Su construcción implicó desarrollar puentes colgantes sobre hondonadas y quebradas profundas y ríos caudalosos, terraplenes en los pantanos, escaleras en las cumbres, pedraplenes en las laderas de las montañas, mojones en los desiertos y extensas pircas en los valles inundables. Los puentes eran construidos con gruesas sogas vegetales y pisos de totoras y barro capaces de sostener tropas de llamas y el paso simultáneo de muchas personas. Los terraplenes sobre pantanos implicaron formidables movimientos de suelo.  El camino alcanza su mayor altura entre Pachacamac, a nivel del mar, y Pariacaca, a 5.700 metros, y en muchos otros de sus tramos supera los 5.000 metros.

Pedraplenes en la precordillera

Escaleras

La red tenía en toda su extensión un sistema de tampus o tambos para el descanso, el abrigo y la alimentación de los viajeros. Estaban construidos aproximadamente cada 20 kilómetros, que era la distancia que podía recorrer en un día una llama con su carga completa (45 kilos). Los tambos incluían habitaciones para las personas, corrales para los animales y depósitos de leña y lana y de alimentos y agua. Los alimentos se conservaban mediante una técnica de deshidratación que permitía conservar tanto los vegetales (desde papas hasta algas marinas) como la carne (el charqui que aún usamos) durante largo tiempo. Los tambos constituían también una red de reservas alimentarias para períodos de crisis, derivados de situaciones climáticas o guerras. Los depósitos eran mantenidos siempre disponibles para los viajeros por la población más cercana, y el camino era reparado cuando era necesario del mismo modo, siempre como trabajo comunitario solidario y recíproco.

Tambo 

En cuanto a las vías fluviales, los incas eran excelentes navegantes tanto en el mar como en los ríos. Desarrollaron embarcaciones de diferentes tamaños y capacidades, movidas a remos y velas y manejadas con timones. Las más grandes podían transportar hasta 50 personas, con los alimentos y abrigos necesarios para navegaciones prolongadas. Eran buenos navegantes en el mar, de modo que el sistema vial y fluvial se completaba con numerosos rutas marítimas costeras. Estas naves pudieron navegar el Pacífico o el Atlántico y podían transportar más personas que las carabelas de Colón, que llevaban cada una entre 30 y 40 personas.

  Representación moche de embarcaciones navegando juntas

Este extenso y complejo sistema de transportes y comunicaciones de miles de kilómetros permitió el desarrollo de un eficaz sistema de comunicaciones mediante los chasquis, jóvenes entrenados especialmente para brindar ese servicio y que trasladaban los quipus, sistemas de hilos de diferentes colores con nudos que expresaban mensajes breves y registraban existencias o inventarios de alimentos o bienes, números de habitantes, etc. Llevaban un sombrero con un tocado de plumas blancas que los identificaban y portaban un instrumento de viento para anunciar su llegada a las poblaciones y solicitar el alistamiento del chasqui que continuaría el camino transportando el quipu. También hizo posible el desarrollo de los mitmacunas o énclaves, mediante los cuales miembros de un pueblo se instalaban en jurisdicción de otro pueblo para producir bienes que no era posible obtener en su territorio.



Chasqui con su sombrero con penacho
 de plumas blancas, caracol-trompeta y quipus

Los caminos, los tambos, los depósitos de alimentos y las embarcaciones se construyeron y mantuvieron mediante el sistema de la mita, que consistía en trabajo comunitario fundado en la solidaridad y la reciprocidad, y que implicó la participación de miles de personas de diferentes culturas y lenguas en un territorio extenso y diverso, a lo largo de un siglo.

Por consiguiente, si la ingeniería fue un ingrediente notable de la red, más aún lo fue el proceso de su construcción, mantenimiento y funcionamiento, que implicaron una aún más asombrosa red de solidaridad y reciprocidad que involucró directa o indirectamente a los más de 10 millones de habitantes del Tahuantinsuyo en el momento de su apogeo.

La naturaleza de las instituciones del Tahuantinsuyo originó muchas de las propuestas que el pensamiento latinoamericano ofrece al mundo para afrontar la crisis global contemporánea, de modo que el reconocimiento de la UNESCO honra nuestro pasado pero también nuestro futuro.

Baste recordar que las instituciones andinas de los mitmacunas o enclaves (que permitían la libre circulación y el establecimiento de personas en el territorio de cualquier pueblo para producir bienes o alimentos) y la que aseguraba la participación de todos, inclusive los miembros de otros pueblos, en la propiedad común, inspiraron la formulación del derecho de gentes de Francisco de Vitoria. Y ese derecho constituye el fundamento jurídico del clamor del Papa Francisco y del Cardenal O’Malley en la Isla de Lampedusa y en el Muro Sensenbrenner por los muertos latinoamericanos, africanos y asiáticos en las fronteras de EUU y Europa. Y también de su reclamo de permeabilizar las fronteras de ambos, permitiendo el libre ingreso de los migrantes.

También cabe recordar que la proposición de la comunidad organizada recogió las ideas andinas de la solidaridad y la reciprocidad como fundamentos de la organización de una sociedad justa, equitativa e integrada e inspiraron asimismo la idea del trabajo como fundamento de la dignidad humana.

Y que la minca (versión de la mita para los trabajos de carácter personal o familiar) sigue empleándose desde Colombia a Chiloé para la contribución de la pequeña comunidad en la construcción o mudanza de la vivienda de cualquier miembro o para algún trabajo que requiere más personas que los miembros de la familia.

El proyecto del estado continental industrial de América del Sur, en avanzado desarrollo desde la constitución de UNASUR, incluye muchas de las valiosas enseñanzas del tahuantinsuyo, como el Proyecto de la Red de Silos para la seguridad alimentaria, que financiará el Bacno del Sur y que retoma una de las funciones de los tambos del Qhapaq Ñan.









19 de julio de 2014




Alejandro Pandra: el sentido de una vida en el diálogo –ahora eterno-  con su pueblo y a través de él, con todos los pueblos del mundo

Humberto Podetti

Alejandro Pandra se encontró con el peronismo muy joven, en la búsqueda del sentido de su vida. En el seno de su familia había aprendido a amar a la patria y a su pueblo, expresado particularmente en los humildes, en los oprimidos, en los desheredados. Pero necesitaba encontrar el cauce para convertir ese amor en compromiso, en acción, en pensamiento. Y lo encontró en el seno de su pueblo. Luego de estudiar en el Colegio Nacional de Bueno Aires, decidió seguir su formación en una escuela singular. Sus aulas eran los hogares de los barrios de Buenos Aires. Allí tuvo cientos profesores de todas las edades, todas las historias y todos los rincones del dolido territorio argentino y americano. Las clases eran impartidas por Perón, desde su exilio de la Patria- mediante grabadores y se desarrollaban luego en un diálogo de los profesores con los alumnos.  El encuentro con Perón y con su pueblo, definió para siempre la causa a la que Alejandro dedicó su vida terrestre.

Alejandro, con la sonrisa con que recibía a todos

En esa escuela se conocieron con Josefina Lamicela y nació el amor, prolongado ahora en el reencuentro definitivo. Construyeron juntos un hogar, en cuyo seno nacieron sus hijas, Eleonora y Malena, “frutos maravilloso de un amor entrañable”, como dice Alejandro en la dedicatoria de su último libro Origen y destino de la Patria.

El regreso de Perón a la Patria, bajo la convocatoria para un argentino no hay nada mejor que otro argentino, le permitió reiterar en presencia del Fundador el compromiso con la construcción de la comunidad organizada, en Argentina y en América y también abrazar el sueño de una comunidad organizada universal.

Desde su hacerse peronista hasta el momento mismo de su partida, su militancia fue incansable y ejemplar. Pero siempre tuvo tiempo para la amistad con todos con quienes se encontró a lo largo de su vida.

Y también para escribir varios libros, con el mismo lema de ese órgano informal de la integración latinoamericana que fue su Agenda de Reflexión: no para dar por pensado sino para dar en qué pensar.

Entre sus obras, cabe recordar Génesis de la Nueva Civilización (1994) en la que analizó la grave crisis con la que culminó el Siglo XX pero particularmente mostró los muchos indicios y sentidos de la emergencia de una nueva civilización. Allí nos decía “….esta vida nos ha sido dada vacía y tenemos que llenarla, cada cual la suya….el autor del presente ensayo ha logrado llenarla encontrando un sentido, una causa noble y una misión particular para resolver la peculiar encrucijada que le tocó vivir, entre el Génesis y el Apocalipsis, bajo el régimen del Espíritu, y entre un origen y un destino. Y también sabe que para cada hombre guarda Dios un rayo nuevo de luz, el sol y un camino virgen”.

Y también El hombre de pie, así como Dios lo hizo, una reescritura americana, al estilo de Helio Jaguaribe del Retrato de un hombre de pie de Salvador de Madariaga, en el que convocó a América a pensarse a sí misma y al mundo: “el primer deber del hombre de pie es saber pensar por sí”.

Por fin, tal vez en un anuncio que no alcanzamos a descifrar cuando lo leímos por primera vez, nos dijo en su último libro, Origen y Destino de la Patria: “La patria es morada, amparo, hogar. Y también una sospecha que nos hace avanzar, no simplemente con nostalgia de retorno al seno maternal, sino hacia otra patria donde se tiene infancia y madre en la consistencia personal de nuestra libertad y nuestra historia. Sin patria, es decir, en un mundo sin sentido, el hombre carece de su libertad más originaria. Tenemos que ganarnos nuestra propia patria. Ella es nuestro patrimonio común, de tal suerte que cuando se la desconoce, se nos desconoce a todos; cuando se la veja, se nos veja a todos. Podremos sentirla inhóspita, pobre o injusta. Sin embargo, al concedérsenos una patria siempre somos fortalecidos. Y por el contrario, si carecemos de ella somos dañados para toda la vida. Quien ha perdido la patria en que ha nacido busca ganar una patria para morir. La formidable tumba de Lorenzo el magnífico, en Florencia, que los Médici encargaron a Miguel Ángel, tiene grabado un epitafio muy sabio: "Allí donde está la patria, está el verdadero reposo". Por eso, la historia de la patria es al mismo tiempo don y tarea, recepción de sentido y creación de sentido”. 

Alejandro fue desde siempre un militante de la Cultura del Encuentro, que practicó sin vacilaciones toda la vida. Abrazó con entusiasmo, desde su primera enunciación, el proyecto de un mundo poliédrico de Francisco, el Papa villero, el Papa cuyo sacerdocio fue, como su papado, una marcha hacia las periferias de la sociedad y a quien acompañó muchas veces.

Compartimos los sueños, la militancia, la amistad desde muy jóvenes. Casi toda la vida. Con él y otros compañeros y amigos, fundamos este Foro desde el que compartimos muchas iniciativas para la formación de un estado continental suramericano. En estos días trabajábamos juntos en la realización de las III Jornadas Alberto Metol Ferré, un viejo amigo de Alejandro.

La comunidad organizada universal, el mundo poliédrico, para cuya construcción sigue trabajando desde la patria celeste, llevará la huella de sus manos y el sonido de sus palabras.