Alejandro
Pandra: el sentido de una vida en el diálogo –ahora eterno- con su pueblo y a través de él, con todos los
pueblos del mundo
Humberto Podetti
Alejandro Pandra se encontró con el
peronismo muy joven, en la búsqueda del sentido de su vida. En el seno de su familia
había aprendido a amar a la patria y a su pueblo, expresado particularmente en
los humildes, en los oprimidos, en los desheredados. Pero necesitaba encontrar
el cauce para convertir ese amor en compromiso, en acción, en pensamiento. Y lo
encontró en el seno de su pueblo. Luego de estudiar en el Colegio Nacional de Bueno
Aires, decidió seguir su formación en una escuela singular. Sus aulas eran los
hogares de los barrios de Buenos Aires. Allí tuvo cientos profesores de todas
las edades, todas las historias y todos los rincones del dolido territorio
argentino y americano. Las clases eran impartidas por Perón, desde su exilio de
la Patria- mediante grabadores y se desarrollaban luego en un diálogo de los
profesores con los alumnos. El encuentro
con Perón y con su pueblo, definió para siempre la causa a la que Alejandro dedicó
su vida terrestre.
Alejandro, con la sonrisa con que recibía a todos
En esa escuela se conocieron con
Josefina Lamicela y nació el amor, prolongado ahora en el reencuentro
definitivo. Construyeron juntos un hogar, en cuyo seno nacieron sus hijas,
Eleonora y Malena, “frutos maravilloso de un amor entrañable”, como dice Alejandro
en la dedicatoria de su último libro Origen
y destino de la Patria.
El regreso de Perón a la Patria, bajo
la convocatoria para un argentino no hay
nada mejor que otro argentino, le permitió reiterar en presencia del
Fundador el compromiso con la construcción de la comunidad organizada, en
Argentina y en América y también abrazar el sueño de una comunidad organizada
universal.
Desde su hacerse peronista hasta el
momento mismo de su partida, su militancia fue incansable y ejemplar. Pero
siempre tuvo tiempo para la amistad con todos con quienes se encontró a lo
largo de su vida.
Y también para escribir varios
libros, con el mismo lema de ese órgano informal de la integración
latinoamericana que fue su Agenda de Reflexión: no para dar por pensado sino para dar en qué pensar.
Entre sus obras, cabe recordar Génesis de la Nueva Civilización (1994)
en la que analizó la grave crisis con la que culminó el Siglo XX pero
particularmente mostró los muchos indicios y sentidos de la emergencia de una
nueva civilización. Allí nos decía “….esta
vida nos ha sido dada vacía y tenemos que llenarla, cada cual la suya….el autor
del presente ensayo ha logrado llenarla encontrando un sentido, una causa noble
y una misión particular para resolver la peculiar encrucijada que le tocó
vivir, entre el Génesis y el Apocalipsis, bajo el régimen del Espíritu, y entre
un origen y un destino. Y también sabe que para cada hombre guarda Dios un rayo
nuevo de luz, el sol y un camino virgen”.
Y también El hombre de pie, así como Dios lo hizo, una reescritura americana,
al estilo de Helio Jaguaribe del Retrato
de un hombre de pie de Salvador de Madariaga, en el que convocó a América a
pensarse a sí misma y al mundo: “el
primer deber del hombre de pie es saber pensar por sí”.
Por fin, tal vez en un anuncio que no
alcanzamos a descifrar cuando lo leímos por primera vez, nos dijo en su último
libro, Origen y Destino de la Patria:
“La patria es morada, amparo, hogar. Y también una sospecha que nos
hace avanzar, no simplemente con nostalgia de retorno al seno maternal, sino
hacia otra patria donde se tiene infancia y madre en la consistencia personal
de nuestra libertad y nuestra historia. Sin patria, es decir, en un mundo sin
sentido, el hombre carece de su libertad más originaria. Tenemos que ganarnos
nuestra propia patria. Ella es nuestro patrimonio común, de tal suerte que
cuando se la desconoce, se nos desconoce a todos; cuando se la veja, se nos
veja a todos. Podremos sentirla inhóspita, pobre o injusta. Sin embargo, al
concedérsenos una patria siempre somos fortalecidos. Y por el contrario, si
carecemos de ella somos dañados para toda la vida. Quien ha perdido la patria
en que ha nacido busca ganar una patria para morir. La formidable tumba de
Lorenzo el magnífico, en Florencia, que los Médici encargaron a Miguel Ángel,
tiene grabado un epitafio muy sabio: "Allí donde está la patria, está el
verdadero reposo". Por eso, la historia de la patria es al mismo tiempo
don y tarea, recepción de sentido y creación de sentido”.
Alejandro fue desde siempre un
militante de la Cultura del Encuentro,
que practicó sin vacilaciones toda la vida. Abrazó con entusiasmo, desde su
primera enunciación, el proyecto de un mundo poliédrico de Francisco, el Papa
villero, el Papa cuyo sacerdocio fue, como su papado, una marcha hacia las
periferias de la sociedad y a quien acompañó muchas veces.
Compartimos los sueños, la
militancia, la amistad desde muy jóvenes. Casi toda la vida. Con él y otros compañeros
y amigos, fundamos este Foro desde el que compartimos muchas iniciativas para
la formación de un estado continental suramericano. En estos días trabajábamos
juntos en la realización de las III Jornadas Alberto Metol Ferré, un viejo
amigo de Alejandro.
La comunidad organizada universal, el
mundo poliédrico, para cuya construcción sigue trabajando desde la patria celeste,
llevará la huella de sus manos y el sonido de sus palabras.
Humberto:
ResponderEliminarComparto tus palabras, los recuerdos y emociones.
Con el afecto de siempre desde Paraguay, donde intento colaborar con la fraternidad latinoamericano, me uno en la oración y el recuerdo por Alejandro
Jorge Benedetti
Gracias Humberto por el merecido homenaje al para siempre valorado compañero Alejandro.
ResponderEliminarHumberto:
ResponderEliminarNos conocimos con trece años en los claustros del Buenos Aires. De ahí en mas, todo lo que nos llevó a este presente. Has sintetizado todo lo que él fue y nos dejó como legado.Gracias por todos, por tus palabras.
El homenaje que exige -desde el Más Allá- el ilustre Alejandro Pandra es que se conserven vivos el Foro San Martín y la Agenda.
ResponderEliminarEs tarea no fácil, pero la Causa lo amerita.
Prof. Pedro Godoy P.