14 de marzo de 2013

Francisco, el Papa de la Iglesia de los pobres, los desheredados, los excluidos.

El Papa Francisco se inclina ante el pueblo reunido en la Plaza, al que acaba de pedir “oren
 para que Dios me bendiga”

Ante la elección de Francisco I, un Papa nacido en nuestra América, nuestro coforista y compañero, Humberto Podetti, ha escrito este texto que queremos compartir.

Luego de los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI que enfrentaron al sistema bipolar/unipolar que dirige el mundo en contra de los pueblos, la Iglesia Católica eligió un Papa de América Latina para conducirla en el inicio del proceso de construcción de una nueva etapa histórica.

El Cardenal villero llegó a Roma como ha sido su vida de pastor, con la sencillez y humildad de quien se ha dedicado a servir a los otros, a todos los otros. Y cuando lo eligieron como Papa tomó el nombre de Francisco, el santo que transformó la Iglesia Católica en el Siglo XIII. Sin tiara, ni báculo, ni estola, ni cruz dorada, sólo con sotana blanca y su vieja cruz de obispo se presentó ante el pueblo. “Fueron a buscarme casi al fin del mundo” dijo a la multitud universal reunida en la Plaza. Esa multitud que expresó a las multitudes reunidas en todos los rincones del mundo desde los primeros años de este siglo para exigir justicia y dignidad para todas las personas sin exclusiones y que esta vez cantaba y gritaba alegría y esperanza. Y entonces, antes de bendecirlos y bendecir a todos los pueblos del mundo, pidió a la multitud que orara por él a Dios y se inclinó ante el pueblo reunido, en silencio. El Papa llegado casi del fin mundo inició su papado invitando sin palabras a todos los hombres y mujeres de buena voluntad sobre la Tierra a iniciar de nuevo el mundo, poniendo primero a los últimos en el reparto del poder, los bienes y el conocimiento.

Francisco es jesuita. De la orden de los que con su misma humildad sirvieron al pueblo guaraní en la construcción de esas sociedades modelo que fueron las Misiones y mostraron al mundo que era posible la comunidad organizada. Un jesuita que tomó el nombre del fundador de los franciscanos, el Santo de Asís que dijo a sus seguidores “vivan sin nada propio”. Los signos son claros: la Iglesia Católica tiene un Papa humilde y austero, sereno y alegre en la reunión con su pueblo, que viene de la orden de los constructores de nuevas sociedades.

Pero Francisco, además, es un pastor comprometido con la unidad latinoamericana. En el prólogo que escribió para un libro en 2005 dijo “la realidad latinoamericana  está ante una nueva fase histórica que se ha abierto hacia finales del siglo XX y que se está desplegando en la actualidad… Esta es una hora para educadores y constructores…de pasión por la vida y el destino de los pueblos latinoamericanos, una pasión que alimenta la inteligencia serena para afrontar las cuestiones cruciales del presente, en camino hacia su próximo futuro. En las próximas dos décadas América Latina  se jugará el protagonismo en las grandes batallas que se perfilan en el siglo XXI y su lugar en el nuevo orden mundial en ciernes…Ante todo se trata de recorrer las vías de la integración hacia la configuración de la Unión Sudamericana y la Patria Grande Latinoamericana. Solos, separados, contamos muy poco y no iremos a ninguna parte. Sería un callejón sin salida que nos condenaría como segmentos marginales, empobrecidos y dependientes de los grandes poderes mundiales…América Latina puede y tiene que confrontarse, desde sus propios intereses e ideales, con las exigencias y retos de la globalización y los nuevos escenarios de la dramática convivencia mundial…Nada de sólido y duradero podrá obtenerse si no viene forjado a través de una vasta tarea de educación, movilización y participación constructiva de los pueblos –o sea, de las personas y las familias, de las más diversas comunidades y asociaciones, de una comunidad organizada- que ponga en movimiento los mejores recursos de humanidad que vienen de nuestra tradición y que sumen las grandes convergencias populares y nacionales en torno a contenidos ideales y metas estratégicas para el bien común…Ello conlleva ampliar las perspectivas analíticas y proyectuales para abrazar todos los factores en juego de esa originalidad histórico cultural que llamamos América Latina…aquí se da un germen de nueva creación en un mundo desgarrado….”.

Y en el prólogo que escribió para otro libro en 2007 agregó  estamos en “un momento en el que América Latina requiere justamente de una autoconciencia renovada, que sea capaz de asumir íntegramente su propia condición, sus particulares necesidades, para sólo desde allí producir sus nuevas y propias respuestas históricas…debemos pensar desde nuestra propia y singular realidad, no en función de escuelas o categorías adoptadas…debemos hacer una cabal y creciente apropiación del pensamiento clásico… para que nuestro propio pensamiento pueda desplegarse con vocación universal…para hacer desde América nuestra propia revisión de la historia porque la irrupción de América en la historia es el hecho fundamental de la modernidad, pues da lugar al surgimiento de la historia universal”.

La Iglesia Católica es la primera institución universal que ha puesto al mando a un latinoamericano, del sur de América, argentino. Comprometido con los pueblos del mundo, crítico con su conducta y su testimonio de los poderosos, de la injusta distribución de la riqueza y del conocimiento. Un Papa venido casi del fin del mundo para un nuevo comienzo del mundo.

 Humberto Podetti ( Foro San Martín).
 

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