A dos meses de la
elección de Francisco, el primer Papa latinoamericano, compartimos este
artículo de Carlos Ferré, publicado en
el Nº 108 de la Revista “Testimonio” de Lima, Perú.
EL PAPA FRANCISCO Y LOS CRISTIANOS LATINOAMERICANOS
La elección del Cardenal Jorge Mario Bergoglio
como nuevo sucesor de Pedro ha causado una
lógica conmoción en todo el mundo.
No sólo porque no estaba entre los principales
candidatos que reflejaban los medios masivos de comunicación sino porque elegir
a este Obispo argentino para la Sede de Roma significa que el cónclave decide,
en dos mil años de historia de la Iglesia, elegir al primer Papa de América, más
precisamente a un latinoamericano y al primer jesuita en quinientos años de la
Compañía de Jesús.
También son quinientos los años de Evangelización
en nuestro continente y la Iglesia universal ha señalado a uno de sus hijos, a
un cristiano del Nuevo Mundo para guiar al Pueblo de Dios.
Y justamente, ese es uno de los primeros signos
del nuevo pontificado.
El Papa Francisco resalta en sus primeras palabras,
el encuentro entre el pueblo reunido en la plaza y él quien se presenta como el
nuevo Obispo de Roma. El Pueblo de Dios y su Obispo, confirmando con su gesto.
el criterio eclesiológico del Concilio Vaticano II.
Pero no se queda en las palabras; hace un nuevo gesto: le pide a su pueblo que
rece por él para que Dios lo bendiga para que él pueda luego bendecirlos y se
inclina para hacerse el Siervo de los Siervos de Dios. La Iglesia Comunión ha
quedado reflejada a la vista de miles de
millones de personas que presencian el hecho en todo el mundo.
Su nombre Francisco completa su programa: el Santo
de la Iglesia pobre para los pobres, el de la paz, el del cariño y respeto por
toda la Creación.
Francisco ha manifestado en pocos minutos el
programa de su Pontificado. No hace falta esperar su primera encíclica. El ha
actuado su primera encíclica en un
lenguaje comprensible para todos, accesibles a los últimos, revelando a los
humildes la Buena Noticia, que ha de proclamar con palabras y hechos.
El mundo se ha conmovido y se pregunta quien es
este nuevo Papa argentino que como él mismo dijo, viene casi desde el fin del mundo.
Una multitud de periodistas comienzan a buscar vías
de comunicación directa con hombres que convivieron con él, quieren conocer los
lugares que frecuentaba, que ha hecho hasta ahora este hombre que viene de las “orillas”
del planeta.
Se encuentran con un hombre que ha vivido
intensamente su condición de habitante
de la periferia del mundo. Que conoce a fondo el problema de los pueblos que
han sufrido las distintas formas del colonialismo político, económico y cultural y han generado diversos procesos históricos, para alcanzar niveles de soberanía
y justicia social acordes con la construcción del bien común internacional. Que
ha realizado su tarea pastoral en medio de los excluidos, de los “sobrantes”
como los denominó en el Documento de Aparecida. Un hombre en el que la opción
preferencial por los pobres no es fruto de razonamientos ideológicos sino de
una práctica pastoral vinculada a la práctica histórica de su pueblo.
Han de descubrir asimismo, un hombre que conoce
las leyes de la política y las ejecuta con humildad y firmeza y también un
hombre con sólida formación intelectual, que es capaz de expresar de la forma más simple las cuestiones más
complejas.
Es Francisco. El que convivía con nosotros y
ahora terminaremos de conocerlo en toda su dimensión.
Dios lo ha convocado para una misión universal en
el momento que la humanidad en su conjunto y nuestra Iglesia atraviesan crisis muy intensas. En un momento de bisagra
de la historia. En un tiempo en que un régimen hegemónico mundial pensado desde
el materialismo práctico ha demostrado todas sus falencias y se han rebelado
como falacias sus presupuesto ideológicos. En menos de veinte años, las
ideologías que confrontaban por la hegemonía mundial, han
desnudado sus carencias para erigirse en la solución que la humanidad
busca para vivir de acuerdo a la dignidad de la persona y de los pueblos.
Pero también, en un momento de la historia donde
comienzan a insinuarse nuevas formas de solidaridad de los hombres y nuevos
alineamientos de las naciones en búsqueda de un protagonismo que respete sus
designios soberanos.
Hombre de su tiempo, Bergoglio ha alentado el proceso
de integración sudamericana como escalón para la integración continental. Ha
afirmado que se deben “recorrer las vías de la integración hacia la
configuración de la Unión Sudamericana y la Patria Grande Latinoamericana.
Solos, separados, contamos con muy poco y no iremos a ninguna parte. Sería
callejón sin salida que nos condenaría como segmentos marginales, empobrecidos
y dependientes de los grandes poderes mundiales”. E imagina metas que debemos
proponernos: “América Latina necesita
nuevos paradigmas de desarrollo que sean capaces de suscitar una gama
programática de acciones: un crecimiento económico autosostenido, significativo
y persistente; un combate contra la pobreza y por mayor equidad en una región
que cuenta con el lamentable primado de las mayores desigualdades sociales en
todo el planeta; una reforma del Estado y la política para que estén
efectivamente al servicio del bien común.” .
En ese camino
de realización de la integración cuya necesidad ya había manifestado Juan Pablo
II en Santo Domingo, advierte ciertas
peligros o desviaciones que se deberían evitar: “Los desafíos de la realidad latinoamericana
no se pueden afrontar ni resolver reproponiendo viejas actitudes ideológicas
tan anacrónicas como dañinas o propagando decadentes subproductos culturales
del ultraliberalismo individualista y del hedonismo consumista de la sociedad
del espectáculo. Llama la atención constatar como la solidez de la cultura de
los pueblos americanos está amenazada y debilitada fundamentalmente por dos
corrientes del pensamiento débil: una, la concepción imperial de la
globalización… que constituye el totalitarismo mas peligroso de la
posmodernidad. La otra corriente amenazante… el ‘progresismo adolescente: una
suerte de entusiasmo por el progreso que se agota en las mediaciones, abortando
la posibilidad de un progreso sensato y fundante relacionado con las raíces de
los pueblos.”
Propone entonces un camino de construcción: “Nada sólido y verdadero podrá obtenerse si
no viene forjado a través de una vasta tarea de educación, movilización y
participación constructiva de los pueblos - o sea, de las personas y las
familias, de las mas diversas comunidades y asociaciones, de una comunidad
organizada- que pongan en movimiento los mejores recursos de humanidad que vienen de nuestra
tradición y que sumen las grandes convergencias estratégicas para el bien común”.
La Iglesia
universal ha elegido un papa nacido en el lugar que los europeos llamaron
el Nuevo Mundo. Ese fue el signo de Dios
para muchos misioneros que evangelizaron nuestras tierras, para muchos hombres
imbuidos de las mejores ideas del humanismo nacido a la luz de la fe en Cristo.
El encuentro de las culturas en América dio a los hombres de todo el ecúmene la
visión de que el nuevo mundo no era solo el encontrado sino todo el mundo que
recién había llegado a conocerse a si mismo. Por eso Nuestra América es
universal. Conjuga en su mestizaje el mundo del antiguo oriente y el del
occidente reciente sumado al aporte del cristianismo.
Desde esa
universalidad el Cardenal Bergoglio proclamaba reiteradamente aquello que la realidad es
superior a la idea, el todo es superior a la parte y la unidad superior al
conflicto.
En esa matriz
cultural ha sido formado Francisco y el es plenamente conciente. Nos ha educado
en esa conciencia.
Además de la
enorme alegría que hemos sentido desde su elección, percibimos desde el primer momento, una
intuición de la dimensión del cambio que significa para los cristianos de América
Latina este momento. Sentimos que los ojos del mundo se han de posar sobre
nosotros tratando de indagar y comprender como pudo nuestro continente generar
un Papa del que ya están asombrados. Que experiencia historia, social, cultural
y religiosa particular tiene América
Latina que puede engendrar al hombre de la dimensión que comienzan a vislumbrar
y que sin saber muy bien porqué los llena de esperanza, los entusiasma.
Esa es sin duda
la reflexión que deberemos hacer muy rápido porque el trabajo comenzó ya.
De la ayuda de
Dios -que descontamos- y de nuestro
esfuerzo, imaginación y trabajo, así como de nuestra solidaridad activa con el nuevo Pastor Universal ha de resultar que su tarea llegue a las metas que el Señor
nos propone.
Es nuestra
oportunidad histórica de demostrar porqué somos el Continente de la Esperanza.
Carlos Eduardo
Ferré
NA. Los
párrafos en cursiva y encodillados son extractos del prologo redactado por
Bergoglio al libro “Una apuesta por América Latina” de Guzmán Carriquiri.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Gracias por comentar en el Foro San Martín!
Nota: todos los mensajes ofensivos, discriminatorios y de spam serán eliminados.