EN NOVIEMBRE DE 2013 INAUGURAMOS LA CÁTEDRA LIBRE INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA Y CARIBEÑA EN LA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE LOMAS DE ZAMORA
En un acto presidido por el Rector de la Universidad y el Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, ante autoridades universitarias, académicos, profesores, estudiantes, embajadores y diplomáticos de las patrias hermanas de América, dirigentes políticos y sociales y militantes de la unidad de la Patria Grande, hablaron el Decano de la Facultad de Ciencias Sociales Santiago Aragón, el Presidente del Consejo Interuniversitario Nacional y Rector de la Universidad Nacional de Cuyo Arturo Somoza, el Embajador de Brasil en Argentina Everton Viera Vargas y el Director de la Cátedra Humberto Podetti.
PALABRAS PRONUNCIADAS EN EL ACTO INAUGURAL POR EL SR. EMBAJADOR DE BRASIL EN LA ARGENTINA, Dr. EVERTON VIERA VARGAS
Señor Ingeniero Arturo Somoza, Presidente del Consejo Interuniversitario Nacional y Rector de la Universidad Nacional de Cuyo,
Doctor Diego A. Molea, Rector de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora,
Licenciado Santiago Aragón, Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora,
Dr. Humberto Podetti, Director de la Cátedra de Integración Latinoamericana en esta prestigiosa Universidad,
Señor Embajador Milenko Skoknic, Embajador de Chile en Argentina,
Señor Rafael Follonier, Coordinador General, Presidencia de la Nación ,
Señor Victorio Taccetti, ex Vice-Canciller y mi colega en Berlin,
Autoridades Municipales,
Estimados Docentes y alumnos de distintas Universidades,
Señoras y Señores,
Es con satisfacción que he aceptado la invitación para inaugurar formalmente la Cátedra Libre de Integración Latinoamericana y Caribeña de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. El establecimiento de una cátedra destinada a debatir los temas de la integración regional refleja el creciente interés de la academia y de la sociedad – y ya no sólo de los gobiernos – en un tema que me parece fundamental para el desarrollo futuro de nuestros países. Los congratulo por la iniciativa.
Vivimos hoy en un escenario internacional complejo, donde los cambios ocurren rápidamente y no siempre de manera muy clara.
Tenemos el desafío de convivir con la velocidad de la información y de la tecnología, el cambio climático, la relatividad del espacio-tiempo (sobre todo por la universalización de la internet), los cambios en las costumbres y los valores sociales e individuales. Este desafío se traduce, en concreto, en la comprensión que tengamos del mundo y en las respuestas necesarias a los problemas a los que nos enfrentamos. Precisamos desarrollar conceptos a partir de nuestra realidad en vez de reaccionar a construcciones teóricas y prácticas generadas en ambientes que desconsideran nuestras condiciones objetivas.
Después del final de la Guerra Fría , vivimos un breve período marcado por la supremacía política y económica de un único país. La invasión de Irak, en 2003, fue la expresión máxima de ese orden unipolar.
Sin embargo, no se verificó la expansión global de valores democráticos y liberales defendidos por el llamado mundo occidental. Tampoco se logró un ambiente internacional estable y libre de armas de destrucción en masa.
En el ámbito económico, el "Consenso de Washington" predicó la liberalización comercial y financiera de las economías. Las consecuencias nefastas de esas políticas para el refuerzo de la industrialización, para el desarrollo tecnológico y para las poblaciones más carenciadas de nuestra región abrieron camino al avance de modelos distintos que mostraron, como en el caso del Brasil, que es posible conjugar crecimiento económico e inclusión social.
Con la disminución del poder relativo – militar y económico - de los Estados Unidos, surgieron centros alternativos de poder, aunque todavía en proceso de maduración: Brasil, Rusia, India, y China – los llamados BRICS – además de México, Sudáfrica, Turquía e Indonesia, entre otros.
No obstante los cambios de las últimas décadas, enfrentamos indefiniciones e incertidumbre en cuanto a los contornos del orden internacional. En qué medida los nuevos centros de poder tienen real capacidad para alterar o formular nuevas disciplinas internacionales que se alineen con las aspiraciones de sus sociedades?
Vivimos, según algunos, en una macro-estructura multipolar; otros ven una situación de apolaridad, en la cual los actores que surgen aún carecen de capacidad de establecer esferas de influencia. Si el poder es un dato inamovible de la política, el derecho y las instituciones internas e internacionales son herramientas esenciales para la adecuada convivencia de los Estados en un régimen que formalmente desconoce jerarquías.
Así, en un orden internacional multipolar, los procesos de integración confieren a los países mayor capacidad de actuación y mejor inserción global, ante los distintos polos de poder.
Me gustaría hablar ahora de nuestro continente. América del Sur representa el 12% de la superficie del globo y tiene un 25% de las tierras agrícolas, el 25% del agua dulce y el 40% de la biodiversidad del planeta. Esos datos, por sí solos, nos dan una idea del potencial de la región. Su adecuada utilización puede convertirlos en recursos de poder que la posicionen en el orden internacional de un modo distinto a lo que fue hasta hoy.
Los países sudamericanos compartimos valores comunes: desde la defensa de la paz y de la democracia hasta la promoción de los derechos humanos y de la calidad de vida de todos los ciudadanos. El último aspecto se ha convertido, afortunadamente, en una auténtica política de Estado en la mayoría de los países de la región.
Lo que necesitamos es reconocer nuestras fortalezas y estar conscientes de nuestras vulnerabilidades. Con la globalización, los Estados y las sociedades están necesariamente ligados al mundo y son influidos por él. Para enfrentar los efectos de esa nueva y más impactante inserción en el mundo, es imperativo trabajar juntos para organizarnos como una entidad política robusta e institucionalizada. Una América del Sur capaz de irradiar paz, justicia y el respeto al derecho en el orden mundial. Una América del Sur capaz de generar innovación que la haga más competitiva en los mercados globales y fuerte en la defensa de nuestros intereses comunes.
Para el Brasil, además, la integración es un dispositivo constitucional. El Artículo 4 de la Constitución de 1988 determina que el Brasil debe buscar la integración económica, política y cultural de los pueblos de América Latina, con vistas a la formación de una comunidad latinoamericana de naciones.
Argentina y Brasil, por ser los dos países más grandes de la región, tienen la responsabilidad de impulsar el proceso de integración.
Es importante recordar que, hasta que Brasil y Argentina se pusieron de acuerdo sobre cómo impulsar los temas estratégicos comunes, en los años 80, muy poco pasó en lo que respecta la integración. Los doce acuerdos bilaterales firmados en 1986 fueron esenciales no sólo para el fortalecimiento de la relación bilateral, pero también fueron la base misma para la creación del Mercosur, en 1991.
Me gustaría hacer una mención especial al liderazgo de los Presidentes Raúl Alfonsín y José Sarney en ese importante e histórico paso para la unión de los dos países y del continente. La percepción estratégica de ambos permitió archivar sospechas recíprocas y movilizar esperanzas comunes capaces de abrir un nuevo capítulo en las relaciones bilaterales y construir el camino de la integración.
A partir de entonces, hemos sido capaces de crear mecanismos para fomentar la confianza bilateral. El mejor ejemplo tal vez sea la cooperación nuclear, que tuvo efectos globales pero ganó un valor inmediato en los planes bilateral y regional. Ambos países mantuvieron su capacidad de utilizar de manera autónoma la energía nuclear para fines pacíficos, al mismo tiempo en que asumieron compromisos cabales y abarcadores en contra de la proliferación de las armas nucleares. Fue gracias a esa comprensión sobre la sinergia entre negociación diplomática y desarrollo tecnológico como fundamentos para construir el futuro que se ideó y creó la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares – la ABACC , mecanismo innovador y creo que hasta hoy único en el mundo de control mutuo entre dos países.
Hemos logrado un ambiente de confianza recíproca, pieza fundamental para la integración. Eso se combina, en el caso del Brasil, con el rechazo de una actitud aislacionista. El Brasil ha sido siempre un país que buscó consolidar su inserción en las transformaciones experimentadas por el sistema internacional por medio de una acción participativa. La integración, que hoy es parte esencial de nuestra política externa, es resultado de la comprensión de que las asimetrías y vulnerabilidades que aún caracterizan a las naciones sudamericanas deben ser superadas mediante un esfuerzo conjunto.
El proceso de integración más profundo de la región sigue siendo el Mercosur. Pese a las críticas que algunos le destinan, hay que reconocer los importantes avances logrados desde la firma del Tratado de Asunción, en 1991.
En términos comerciales, por ejemplo, el comercio entre Brasil y los países del Mercosur pasó de 4.500 millones, en 1991, a más de USD 40 mil millones, en 2012, lo que representa un aumento de cerca de diez veces.
Argentina es el principal destino de las exportaciones industriales de Brasil. Brasil es el más grande consumidor de productos industriales de Argentina. Alrededor de la mitad de la producción de autos de Argentina, por ejemplo, se destina al mercado brasileño.
Tenemos también una cláusula democrática, establecida por el Protocolo de Ushuaia, que determina que la plena vigencia de las instituciones democráticas es condición esencial para el desarrollo de los procesos de integración entre los Estados Partes.
Otro de los principios esenciales del Mercosur es el de reducir las asimetrías entre los países miembros del bloque. La premisa es que el progreso de cada una de nuestras economías es el progreso de todas.
Para eso, se creó, en 2006, el Fondo para la Convergencia Estructural del Mercosur, el FOCEM, que se destina a financiar proyectos de desarrollo que privilegien la integración regional. En una década de operación, en el año 2016, el FOCEM habrá contribuido con US$ 1 mil millones para proyectos esenciales para el desarrollo de la integración regional. Brasil es el responsable por el 70 % de las contribuciones.
Sólo para dar un ejemplo, la semana pasada los Presidentes Dilma Rousseff y Horacio Cartes, de Paraguay, inauguraron la línea de transmisión eléctrica entre Itaipú y Villa Hayes, en los alrededores de Asunción; 85% de los costos fueron financiados por el FOCEM. Hay proyectos en Uruguay, como la rehabilitación de la línea ferroviaria de Rivera; en Argentina, de ampliación de escuelas en Santa Fe y también en el Brasil, de saneamiento básico en São Borja y Ponta Porã.
La entrada de Venezuela al Mercosur ofrece una nueva dimensión política y económica al bloque. El Mercosur se extiende ahora desde la Tierra del Fuego hasta el Caribe. También nos transformamos en una potencia energética de primera magnitud, con aproximadamente 20% de las reservas mundiales de petróleo. El ingreso pleno de Bolivia y Ecuador también está en negociación, así como el de Surinam.
Por todo eso, creo que no sería exagerado decir que el Mercosur es el más importante proyecto de política externa brasileño desde el final del exitoso proceso de delimitación de todas nuestras fronteras, hace más de un siglo.
En 2008, en la III Cumbre de Jefes de Estado de América del Sur, en Brasilia, los presidentes sudamericanos decidieron dar un nuevo paso en la integración continental. El Tratado de la UNASUR de 2008 es histórico. Por primera vez, los países sudamericanos celebraron un acuerdo internacional con el objetivo de incrementar e institucionalizar su cooperación política, económica y social, así como profundizar el proceso de integración entre ellos.
La creación de UNASUR es una oportunidad singular de formar un espacio de convergencia regional en áreas tales como la infraestructura, la armonización de políticas públicas y económicas, la defensa y la seguridad, la educación, el movimiento de las personas y el turismo, entre otros.
La consolidación de América del Sur como bloque político y económico coherente permitirá a nuestro continente negociar en pie de igualdad con otras naciones y bloques de poder.
Más importante aún, Unasur se convierte en la base institucional para forjar una fuerte identidad regional, basada en principios compartidos como la solución pacífica de conflictos, la sostenibilidad del desarrollo, la democracia, la justicia social y la mejora de la calidad de vida de todos los ciudadanos.
El mejoramiento de la infraestructura es, para eso, esencial. En ese particular, la cooperación Brasil-Argentina, por lo que contribuye en términos de producción y circulación de bienes y servicios, es un elemento dinámico para la mejora de la infraestructura sudamericana.
Las empresas brasileñas tienen un papel relevante al traer experiencia, tecnología y capacidad de gestión en la construcción de grandes obras de infraestructura. Su actuación tiene el respaldo decidido del Gobierno brasileño por medio de financiamientos del Banco Brasileño de Desarrollo, el BNDES, que garantizan la sustentación de proyectos que requieren grandes inversiones y largo plazo de amortiguación. Es importante mencionar acá que, desde 2003, el BNDES, está autorizado a financiar proyectos en los países de la región. Uno de ellos, acá mismo en Argentina, es el tan importante soterramiento del Sarmiento.
Uno de los elementos centrales de UNASUR es el Consejo de Defensa Sudamericano. Sólo el tema del espionaje, una cuestión que afecta la soberanía misma de nuestras naciones, ya justificaría la creación de una "comunidad de seguridad" en la región.
Pero también es relevante el establecimiento de una visión conjunta para la defensa de nuestros recursos naturales: petróleo, agua, florestas, minerales y la disponibilidad de tierras de cultivo. La protección de estos verdaderos "activos estratégicos" es un tema de seguridad nacional, particularmente desde la perspectiva futura de escasez de recursos alimenticios y energéticos a nivel mundial.
La idea base del Consejo Sudamericano de Defensa es que los problemas y las diferencias que puedan existir entre nosotros sean tratados sobre la base de la diplomacia y el diálogo.
El objetivo del CDS no es funcionar como una alianza de defensa, es decir, "una especie de OTAN del Hemisferio Sur”. La meta principal del CDS es el fortalecimiento de la cooperación militar entre los países de América del Sur y la creación de una política de defensa basada en una doctrina común de "cooperación disuasoria", como bien comentó el Ministro de Defensa del Brasil, Celso Amorim, durante su reciente visita a Buenos Aires.
Otro tema central en la construcción de un espacio de integración es el de la democracia, principalmente para países como los nuestros, que han pasado por un proceso de transición política en las últimas décadas.
Hoy vivimos democracias plenas. Brasil celebró, el último día 5 de octubre, los 25 años de nuestra Constitución. El próximo 10 de diciembre, se celebrarán los 30 años del retorno de la democracia en Argentina. Jamás en su historia América del Sur ha vivido un periodo tan largo de continuidad democrática.
Este es un logro no menor si observamos como en otras partes del mundo los procesos democráticos no siempre son la regla. La democracia y el Estado de Derecho no sólo constituyen la columna vertebral de la sostenibilidad política de nuestros pueblos. Son también esenciales para llevar adelante el proceso de integración regional.
En reconocimiento de eso, los países de UNASUR firmaron, en 2010, el Protocolo Adicional sobre el Compromiso con la Democracia. Ese documento establece que los Estados miembros de UNASUR rechazarán cualquier amenaza para el orden institucional y los valores y principios democráticos.
Es igualmente importante el refuerzo de la democracia interna, por medio de la participación ciudadana no únicamente en las elecciones – aunque estas sean, por supuesto, esenciales – como también de manera permanente, acompañando de cerca los trabajos de un Congreso que debe ser fuerte, un Judiciario independiente y un Ejecutivo capaz de atender las demandas de la población.
Sólo por medio de instituciones sólidas seremos capaces de garantizar la continuidad de los ideales democráticos en nuestros países.
Otro elemento central del proceso de integración es el comercio. Mucho ya se ha estudiado sobre el rol de los intercambios comerciales como propulsores del desarrollo económico y social de los países. Particularmente relevante es la correlación positiva entre comercio y competitividad.
Como he mencionado, el Mercosur ha cumplido su misión de propulsar el comercio entre los países del bloque. A pesar de la existencia de barreras no-arancelarias que todavía afectan al comercio intrabloque, la liberalización comercial logró alcanzar el 99% del comercio entre los países de Mercosur.
En este momento, un tema prioritario para el bloque es el comienzo de las negociaciones comerciales con la Unión Europea. Se trata de un mercado de 507 millones de personas, con un comercio exterior de 2,2 billones de dólares. Consideramos que firmar un acuerdo comercial con un socio de esa dimensión puede tener un enorme potencial para el crecimiento económico y la competitividad del Mercosur. Se trata aquí de una vía de doble mano, pues un acuerdo beneficiará mucho a las empresas europeas ya instaladas en nuestros países.
Sabemos que las negociaciones son complejas, principalmente en la parte que más interesa a nuestros países, el acceso al mercado europeo de productos agrícolas. El sector privado de Brasil ha manifestado una voluntad inequívoca de seguir con las negociaciones con la UE. Después de un largo proceso de consultas internas, Brasil tiene una lista de oferta de bienes a ser presentada a los europeos. Estamos dialogando con los socios de Mercosur para cumplir con el objetivo asumido con la Unión Europea de intercambiar ofertas hasta el final de este año. El 15 de noviembre, los países del Mercosur se reunirán en Caracas para discutir la elaboración de lista común de ofertas a la Unión Europea.
Uno de los procesos que más se discute hoy día, tal vez por la cercanía, es la Alianza del Pacífico, una iniciativa de liberalización comercial que agrega a México, Colombia, Perú y Chile. La Alianza del Pacífico tiene objetivos claramente económicos, y busca aprovechar las oportunidades oriundas de las cadenas de suministro de la dinámica zona del Pacífico.
Cabe notar que el Mercosur posee acuerdo de libre comercio con los cuatro países de la Alianza del Pacífico. Esos acuerdos significan la reducción de los aranceles a cero para 99% del comercio con Chile y con Perú y para 83,6% del comercio con Colombia. Con México, el Mercosur firmó un Acuerdo Cuadro en 2002 y avanzamos en las negociaciones para desgravación arancelaria.
Señoras y señores,
El proceso de integración ocurre en medio a la exacerbación de los intereses nacionales y frente a mayores demandas de las sociedades. El Brasil, por ejemplo, ha experimentado un significativo proceso de movilidad social en los últimos diez años, con el ingreso de cerca de 40 millones de personas a la clase media. Esos ciudadanos demandan mejores servicios públicos, mejor educación, más seguridad, más poder adquisitivo para sus salarios. El proceso de integración tiene que tener en cuenta las dinámicas sociales internas. Traducir eso a la realidad requiere una mayor voluntad política y visión estratégica por parte de los que toman las decisiones.
Nuevos avances en la integración regional, por lo tanto, deben reflejarse en otras áreas. Necesitamos promover la integración de nuestra infraestructura no sólo para beneficiar la integración de las cadenas productivas regionales, sino para permitir que nuestros productos sean competitivos globalmente.
Necesitamos también fortalecer políticas de inversión mutua y de mecanismos de financiación, como el FOCEM o el Banco del Sur.
Debemos igualmente valorar iniciativas más antiguas de cooperación como el Tratado de la Cuenca del Plata, de 1969, y el Tratado de Cooperación Amazónica, de 1978. Ambos fueron proyectos pioneros de cooperación en torno a recursos como el agua y la biodiversidad, vistos hoy como estratégicos por la comunidad internacional. Instancias como esas circunscriben y facilitan la actuación de nuestros países en las negociaciones multilaterales que buscan crear disciplinas globales para el manejo de activos económicos y ambientales que están en la esfera de soberanía de los Estados sudamericanos.
Y, finalmente, necesitamos reforzar e institucionalizar el diálogo político en los países de la región. El ex Presidente Lula, un gran defensor de la integración regional, siempre ha favorecido la convergencia de posiciones políticas de los países de la región en los foros internacionales. Juntos, nuestros países forman una “potencia” que, en última instancia, puede influir en la defensa de los intereses legítimos de los países en desarrollo.
Llegamos así a un elemento que considero fundamental para avanzar: el compromiso de todos los ciudadanos con la integración. La integración debe pasar a ser parte de cómo pensamos el futuro de nuestras sociedades. Sólo así, con una visión de beneficios compartidos y de la importancia del desarrollo equilibrado de los países de la región seremos capaces de avanzar en ese proceso que creo esencial para defender nuestros intereses en medio a la transformación por la que pasa el orden internacional.
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