MIGRANTE ENTRE LOS MIGRANTES
El Cardenal Sean O’Malley, arzobispo de Boston, ofició Misa en el ominoso muro Sensembrenner para denunciar, como Francisco en Lampedusa, la globalización de la indiferencia y rezar por los latinoamericanos que mueren en el desierto de Arizona tratando de ingresar a los Estados Unidos
La Misa ante el muro en Los Nogales, Arizona
La pregunta de Francisco en Lampedusa "¿quién es el responsable de la sangre de estos hermanos y hermanas?" y su respuesta "quienes en el anonimato toman decisiones socio económicas que hacen posible dramas como éste" resonaron ante el muro que agravia los derechos humanos en la frontera entre el norte y el sur de América.
Las cruces en recuerdo de las víctimas de la política migratoria norteamericana
«La frontera entre Estados
Unidos y México es nuestra Lampedusa», dijo Mons. Eusebio Elizondo, obispo auxiliar de Seattle, que acompañó a Mons. Sean O'Malley
Mons. O'Malley da la comunión a través del muro. En el ángulo las manos se extienden para recibirla
La Homilía de Mons. Sean O'Malley ante el muro Sensembrenner
«...Venimos a llorar al desierto de Arizona a los innumerbales
migrantes que arriesgan sus vidas en manos de los “coyotes” y de las fuerzas de
la naturaleza para venir a los Estados Unidos. Cada año se encuentran 400
cuerpos en la frontera, cuerpos de hombres, mujeres y niños que tratan de
entrar a los Estados Unidos. Y estos solo son los cuerpos que son encontrados..... el año pasado alrededor de 25,000 niños, la mayor parte de
Centroamérica, llegaron a los Estados Unidos sin la compañía de un adulto.
Decenas de miles de familias separadas debido al diseño de la migración. Más de
10 millones de migrantes indocumentados están expuestos a la explotación y a la
negación de los servicios humanos básicos, además de vivir constantemente en el
miedo. Ellos contribuyen –subrayó O’Malley– a nuestra economía con su trabajo
duro, a menudo aportando billones de dólares cada año para los fondos
de seguridad social y de programas médicos a los que nunca tendrán acceso...."
"El Evangelio de
hoy comienza con un doctor de la ley que está tratando de poner a prueba a
Jesús. Él es un experto en leyes, pero siente hostilidad contra Jesús; parece
ansioso por saber qué debe hacer para alcanzar la vida eterna, pero su
verdadera intención es sorprender públicamente a Jesús en algo incorrecto.
Jesús responde a su pregunta con otra: “¿Qué está escrito en la ley?”. Y el
doctor de la ley le contesta cumplidamente, citando el mandamiento más
importante: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a tí mismo.
"Jesús dice:
“Has contestado bien. Haz eso y vivirás”. El amor a Dios y el amor al prójimo
son la clave para llevar una vida buena. Y la enseñanza más asombrosa del
Evangelio es precisamente hasta qué punto el amor a Dios y el amor al prójimo
están íntimamente relacionados entre sí. Pero el doctor de la ley queda un
poco avergonzado y por eso formula otra pregunta para parecer inteligente
y sagaz. Y la pregunta es importante: “¿Quién es mi prójimo?” Esta magnífica
pregunta ofrece a Jesús la oportunidad para regalarnos una de las parábolas más
grandes del Nuevo Testamento, la parábola del Buen Samaritano.
"En los tiempos
de Jesús el pueblo elegido no utilizaba nunca la expresión “buen samaritano”.
Parecía contradictoria. ¿Cómo podía alguien ser samaritano y al mismo tiempo
bueno? Los samaritanos eran despreciables, extranjeros, heréticos y excluidos.
Y en cambio Jesús muestra que ese extranjero, ese samaritano, se convierte en
el protagonista, en el héroe que salva a uno de los hijos legítimos de esa
tierra, a quien no ayudan sus compatriotas o correligionarios, sino
precisamente un extranjero, un extraño, un samaritano. ¿Quién es mi prójimo?
Jesús ha cambiado los términos de la pregunta pasando del ámbito de la
obligación legal (¿quién merece mi amor?) al ámbito de la donación (¿de quién
puedo yo ser prójimo?). Y de esa manera el despreciable samaritano se convierte
en ejemplo moral.
"Jesús nos está
mostrando que el pueblo que pertenece a la comunidad de la alianza de Dios debe
vivir un amor que no se detiene en la amistad o en la cercanía, sino un amor
que tiene un respiro universal y no busca recompensas. La función de las
parábolas puede ser instruir o provocar un shock. Esta parábola se propone
sacudir la imaginación de la gente, para provocar, para desafiar. Los criterios
acostrumbrados para determinar el valor de una persona se sustituyen por otros
fundados en una atención desinteresada a las necesidades de los demás,
cualquiera sea el lugar donde uno los encuentre. Hemos venido hoy aquí, al
desierto, para estar próximos y para encontrar a nuestro prójimo en cada una de
las personas que sufren y que arriesgan su vida y a veces la pierden en el
desierto. El Papa Francisco nos alienta para que salgamos a las periferias a
buscar a nuestro prójimo en los lugares de dolor y de oscuridad. Estamos aquí
para descubrir nuestra identidad de hijos de Dios, que a su vez nos hace
descubrir quién es nuestro prójimo, quién es nuestro hermano y nuestra hermana.
"Como nación de inmigrantes debemos sentirnos identificados con estos otros
inmigrantes que tratan de entrar a nuestro país. Los Estados Unidos son una
nación de inmigrantes. Aquí solamente los nativos americanos no han llegado de
alguna otra parte. Entonces la Palabra de Dios hoy nos recuerda que Dios
quiere justicia para el huérfano y la viuda, y que Dios ama al
extranjero, al extraño. Y nos recuerda que nosotros también fuimos extranjeros
en Egipto. Debido a la carestía de la papa y a la opresión política mi gente
llegó aquí desde Irlanda. Miles y miles de personas morían de hambre. En los
barcos-cementerio que transportaban a los inmigrantes irlandeses, un tercio de
los pasajeros morían de hambre. Los tiburones seguían los barcos esperando
devorar los cuerpos que “sepultaban” en el mar. Sospecho que solamente los
africanos que traían como esclavos en barcos tuvieron un viaje peor. Frank McCourt escribió un libro titulado The Irish and how they got that
way. En una escena los inmigrantes
irlandeses recuerdan: “Hemos venido a América porque pensábamos que las calles
estaban empedradas en oro. Cuando llegamos descubrimos que las calles no sólo
no estaban empedradas en oro, sino que ni siquiera estaban empedradas; y
también descubrimos que nosotros éramos los que debían empedrarlas.
"El trabajo duro y el sacrificio de tantos inmigrantes es el secreto del
éxito de este país. A pesar de la xenofobia que proclama una parte de la
población, nuestros inmigrantes contribuyeron poderosamente a la economía y al
bienestar de los Estados Unidos. Aquí, al desierto de Arizona, hemos venido a
llorar los innumerables inmigrantes que arriesgan su vida en manos de los
coyotes (los traficantes de personas, ndr) y de las
fuerzas de la naturaleza, para venir a Estados Unidos. Todos los años aparecen
400 cadáveres aquí en la frontera, cuerpos de hombres, mujeres y niños que
trataban de entrar a Estados Unidos. Y éstos son sólo los cuerpos que se han
encontrado. Desde que cruzar la frontera se volvió cada vez más difícil, esta
gente empezó a afrontar mayores riesgos y mueren más personas.
"El año pasado
aproximadamente 25 mil niños, la mayoría de Centroamérica, llegaron a Estados
Unidos sin estar acompañados por algún adulto. Decenas de miles de familias han
quedado dividadas por la legislación migratoria. Más de 10 millones de
inmigrantes sin documentación están expuestos a la explotación y la
imposibilidad de acceder a los servicios humanos esenciales, y viven
constantemente acosados por el miedo. Contribuyen a nuestra economía con su
duro trabajo, a menudo contribuyen con millone de dólares anuales a los fondos
previsionales y los programas de asistencia sanitaria de los que nunca se verán
beneficiados (…).
"Nuestro país ha
obtenido beneficios de muchos grupos que tuvieron el coraje y la fuerza de
venir a América. Vinieron huyendo de condiciones terribles y trayendo consigo
el sueño de una vida mejor para sus hijos. Entre ellos había algunos de los más
industriosos, ambiciosos y emprendedores ciudadanos de sus propios países y
aportaron enormes energías y buena voluntad a su nuevo país. Su trabajo
duro y sus sacrificios hicieron grande esta nación. Muchas veces estos
inmigrantes tuvieron que hacer frente a las sospechas y a la discriminación. De
los irlandeses se decía “no necesitan pedir”; nuestra etnia y nuestra religión
nos hacía indeseables. Pero lo mejor de América no es el espíritu santurrón y
xenófobo de los “Know Nothings”, sino la generosa bienvenida del Nuevo Coloso,
la mujer poderosa con una Torah en la mano, la Estatua de la Libertad, la Madre
de los exiliados que proclama ante el mundo: “¡Guardaos tierras antiguas,
vuestra pompa legendaria! (…) Dadme vuestros hijos exhaustos, vuestros pobres,
vuestras masas hacinadas anhelando respirar en libertad, el desamparado desecho
de vuestras atiborradas playas. Enviadme a los desposeídos, azotados por
la tempestad. Yo levanto mi antorcha para iluminar la puerta dorada”. (Emma
Lazarus).
Vigilemos para
que esta antorcha siga ardiendo luminosa".
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