CÁTEDRA LIBRE INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA Y CARIBEÑA
Palabras pronunciadas por Humberto Podetti en el acto de apertura
Agradezco la presencia y las palabras del Ingeniero Arturo
Somoza, con quien hemos compartido muchos años de trabajo incansable por la
integración de nuestra América, desde que fue elegido Vicerrector de la Universidad
Nacional de Cuyo hace más de diez años. Recuerdo muchas jornadas de trabajo
común, como aquella con Alberto Methol Ferré, Helio Jaguaribe, Jorge Siles
Salinas, Leonardo Jeff y otros compatriotas suramericanos, que culminó con la
fundación del Instituto de Integración latinoamericana de la Universidad. Ha sido profesor, Secretario de Asuntos
Académicos y Decano de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de
Cuyo, Vicerrector en dos períodos y también en dos períodos Rector de la
Universidad, cargo que ejerce actualmente en forma simultánea con la
Presidencia del Consejo Interuniversitario Nacional. El Ing. Somoza fue un
activo participante de la Conferencia Regional de Educación Superior de Cartagena
de Indias en 2008 en la que se establecieron las bases de un programa para la
educación superior en América Latina y el Caribe, luego adoptado por la
Conferencia de Paris de 2009 como el programa de la UNESCO. Desde entonces, Somoza
ha consagrado sus esfuerzos a la integración de la enseñanza superior en
América Latina y el Caribe y a la formación de una organización de educación
superior que integre institucionalmente la CELAC.
Agradezco también la presencia y las palabras del Embajador
de la hermana República de Brasil. El Dr.
Everton Viera Vargas, no sólo es un diplomático de brillante trayectoria sino
también un intelectual notable. Se graduó en el Instituto Rio Branco de Itamaraty en 1977 y en el mismo
año de Licenciado en Derecho en el Centro Universitario del Distrito Federal.
En 1983 obtuvo el título de Magister en Relaciones Internacionales por la
Universidad de Boston y en 2001 el de Doctor en Sociología summa cum laude por la Universidad de Brasilia. Su tesis de
doctorado fue “Brasileñidad e Hispanidad. Percepciones recíprocas de Brasil y
los países hispanoamericanos y sus representaciones en el pensamiento social
brasileño e hispanoamericano”. El Dr. Everton Viera Vargas es un relevante
estudioso del pensamiento latinoamericano y esperamos una larga cooperación con él desde la Cátedra que hoy inauguramos.
Agradezco por último al Decano de la Facultad de Ciencias
Sociales, Santiago Aragón, que ha sido, además de Profesor y Decano, Concejal
en el Partido de Lomas de Zamora y Diputado Nacional por la Provincia de Buenos
Aires, al Rector Dr. Diego Molea y a la Universidad Nacional de Lomas de Zamora
por la sensibilidad que han demostrado para con la cuestión de la Integración latinoamericana
al constituir la Cátedra que presentamos.
Distinguidos colegas, compañeros, amigos y compatriotas
latinoamericanos:
Además de muchas otras novedades de muy
diferente signo, estos primeros 13 años del siglo XXI han acumulado evidencia
abrumadora acerca de que la escala del poder global ha sacado del juego a los
viejos estados nacionales, salvo aquellos de dimensión continental. Aunque la
mayoría de los dirigentes políticos, empresariales y sociales, de los
profesores y científicos sociales, y de los periodistas no lo adviertan o
advirtiéndolo lo silencian, la viabilidad de los estados nacionales no
continentales ha concluido definitivamente.
La primera
consecuencia, cada vez más perceptible, es la imposibilidad de formular
políticas nacionales para afrontar los desafíos centrales propuestos a nuestros
pueblos si no son parte de políticas continentales. La inclusión en la sociedad,
la defensa, el narcotráfico y la trata de personas, el trabajo, la industria,
los recursos naturales, la propiedad, la educación, el conocimiento, la salud,
el financiamiento, la seguridad, entre otras muchas cuestiones que nos
interpelan en nuestra vida cotidiana, no admiten políticas nacionales si no
como parte de políticas continentales.
El dilema de hierro de los países latinoamericanos y
caribeños es entonces: afirmar que no importa tener poder en el mundo ni
resolver los acuciantes problemas que sufren nuestros pueblos o construir un
estado continental, participar en el sistema global que se está desplegando y
comenzar a resolver los problemas que nos aquejan.
Luego de los retrocesos de la segunda mitad del siglo pasado
–que ahogaron los proyectos de Andrés Bello, del ABC de Río Branco y de los
Estados Unidos de América del Sur de Perón y Getulio Vargas- este siglo ha
visto la recuperación de los proyectos de integración continental. Por ello Enrique Iglesias calificó de década
prodigiosa el inicio del siglo XXI para América Latina. Con diferentes velocidades derivadas de su situación
geográfica y sus acuerdos económicos, América del Sur ha constituido UNASUR y
con las restantes naciones de América Latina y el Caribe, la CELAC.
Uno
de los frutos más claros de esa nueva situación es la creciente implicación de
América Latina y el Caribe en diversas áreas y organismos internacionales. Las
Conferencias Regional y Mundial sobre Educación Superior (UNESCO, Cartagena de
Indias 2008 y París 2009), sostuvieron el criterio latinoamericano del acceso
universal a la educación pública y gratuita como derecho humano y social y no
como un bien sujeto a la oferta y la demanda del mercado, lo que luego impuso
en la UNESCO con el apoyo de Asia y África. La FAO, con nuestro compatriota
brasileño Graziano da Silva como Director General impulsa una política
eficiente para acabar con el escándalo
del hambre en un mundo opulento, siguiendo el excelente programa hambre cero que él mismo dirigió en el
gobierno de Lula. La Organización Mundial del Comercio con otro compatriota como
Presidente, Roberto Azevedo, también brasileño, acaso abra por fin la
posibilidad de considerar al comercio justo e igualitario entre las naciones y
entre las corporaciones globales y las empresas de escala humana, como el
verdadero comercio libre.
La riqueza y el humanismo popular del pensamiento
latinoamericano se expresaron en 2012 en varias oportunidades en las
organizaciones internacionales, como las votaciones en la Cumbre de Presidentes
y Jefes de Gobierno de la OEA en Cartagena de Indias, exigiendo el reingreso de
Cuba al sistema interamericano y el reconocimiento de la soberanía argentina en
Malvinas, en la reunión de Ministros de Defensa del TIAR en Punta del Este
reconociendo nuevamente la soberanía argentina en Malvinas o en los casos del
derrocamiento del presidente Lugo en Paraguay y el respeto de la inmunidad de
la Embajada de Ecuador en Londres o en la Asamblea General de Naciones Unidas
en la elección de Venezuela, Brasil y Argentina para integrar el Comité de
Derechos Humanos en representación de América Latina y el Caribe o en el
reconocimiento de Palestina como estado observador. La adopción de políticas
globales comunes por América Latina y el Caribe se ha expresado también en la
Organización Mundial de la Salud, y el G20. De este modo, nuestra América
comienza a ser percibida como un proceso de unificación política, incrementando
su capacidad de negociación global.
La elección de Francisco, que ha puesto por primera vez en la
historia al frente de la Iglesia Católica a un latinoamericano, ha originado
que muchos analistas señalen que tal vez la Iglesia ha comenzado a dejar de ser
euro céntrica para comenzar a ser universo céntrica. Y constituye otra señal de profunda significación acerca de un cambio
en el escenario global que llega al mundo desde nuestra América, la que habla
castellano y portugués. Tal vez uno de los significados de esa
“latinoamericanización” incipiente del escenario global pueda advertirse en la
decisiva acción de Francisco para evitar la intervención militar de EEUU en la
guerra civil siria, probablemente ayudando a Obama a escapar de una acción
concertada del tea party y el complejo
militar-industrial norteamericano. Francisco convocó primero a los pueblos del
mundo a que oraran por la paz y provocó concentraciones multitudinarias de
todas las culturas y religiones alrededor del globo. Seguramente las
movilizaciones más numerosas de la historia del mundo y las primeras globales y
simultáneas. Recién luego se dirigió a los gobernantes de esos pueblos.
También se han producido avances en la paulatina formación de
una confederación de naciones soberanas. El desarrollo institucional de UNASUR,
y el funcionamiento regular de sus Consejos, futuros ministerios del estado
confederal continental y la consolidación de la CELAC como organización
política de naciones soberanas que se expresa unificadamente en el mundo,
asimismo señalan el compromiso de todo el continente –independientemente de la
orientación política de los gobiernos- en la formación de una nueva
organización continental. En este sentido ha sido un poderoso símbolo la
entrega de la Presidencia de la CELAC por parte del Presidente de Chile, Sebastián Piñera, al Presidente de Cuba, Raúl
Castro, al concluir la cumbre CELAC –Unión Europea en diciembre del año pasado.
También la decisión anunciada en 2012 por dirigentes de
UNASUR de la convergencia de la CAN y el MERCOSUR en UNASUR es un avance
significativo hacia la unión política continental, cuyo primer paso acaba de
concretar la CAN al anunciar la disolución de su Parlamento para reunir en un
solo parlamento, el de UNASUR, la representación de nuestros pueblos. El
MERCOSUR debe seguir el ejemplo, disolviendo también su Parlamento y
proponiendo reunir los Tribunales de la CAN y el MERCOSUR en un solo Tribunal
Superior de América del Sur.
La creación de una organización política supranacional fue el
eje de discursos y mensajes de muchos dirigentes de UNASUR, como Alí Rodríguez
(Venezuela), Pepe Mujica (Uruguay), Marco Aurelio García (Brasil), María Emma
Mejía (Colombia) y Ollanta Humala (Perú). La síntesis más terminante fueron las
palabras del Canciller de Perú, Rafael Roncagliolo: “UNASUR y CELAC constituyen
el camino para alcanzar en el futuro unos Estados Unidos Latinoamericanos”.
Por otra parte, los latinoamericanos tenemos hoy presencia en
el continente de polo a polo, porque los mexicanos iniciaron el regreso a su
tierra natal más allá del Río Grande y allí se multiplicaron. Son patriotas
norteamericanos pero hablan castellano y conservan su cultura. Consecuencias
directas de ese proceso fueron el discurso de apertura de Julián Castro, joven
alcalde de San Antonio, en la Convención Demócrata de 2012 y la elección esta
semana de Bill de Blasio como Alcalde de Nueva York. Julián Castro dijo en su keynote speech de 2012 que el patriota
que inspiraba su acción política era su madre, inmigrante ilegal dos veces
expulsada de EEUU, empleada del servicio doméstico y líder del movimiento
‘hispano’. Quien había pronunciado ese discurso de apertura en la Convención
Demócrata de 2004 había sido Barack Obama y los patriotas que invocó entonces
fueron Washington, Jefferson, Lincoln y Martin Luther King. ¿Puede Julián
Castro suceder a Obama? El triunfo de Bill de Blasio por amplio margen en su
elección como alcalde de Nueva York, es
un indicio, aunque acaso sólo eso, de que es posible. De Blasio es un demócrata
que explica que su pensamiento se inspira en el new deal y en la teología de su
amigo Gustavo Gutiérrez –el mismo que hace poco concelebró la Misa en Santa
Marta con Francisco-. Es un latinoamericanista, que habla castellano fluidamente
y es también amigo del nicaragüense Sergio Ramírez que acaba de pronunciar una
magnífica Conferencia de Apertura en el Congreso de la Lengua celebrado en hace
pocos días en Panamá.
Sin embargo y pese a todas esas buenas noticias, seguimos
enfrentando obstáculos importantes en el avance hacia la formación de un estado
continental industrial como el que proyectaron Perón y Getulio e impulsó
Alberto Methol Ferré, uno de los padres fundadores de UNASUR, siguiendo el
pensamiento de esos dos grandes líderes del siglo XX.
Entre muchos obstáculos y problemas menciono unos pocos que
son suficientemente significativos y diversos.
Tal vez el más grave, el narcotráfico y la trata de personas, que enfrentamos o decimos enfrentar con políticas y acciones nacionales, absolutamente
insuficientes, a conciencia que se trata de organizaciones delictivas
transnacionales y enormemente poderosas que sólo pueden ser combatidas con
políticas y acciones continentales.
Pese a la eficacia demostrada por nuestros organismos suramericanos
para resolver conflictos, como fue el caso de la grave crisis entre Venezuela y
Colombia, que concluyó no sólo con la resolución del diferendo sino también con
la Secretaría General de UNASUR compartida por María Emma Mejía de Colombia y Alí
Rodríguez de Venezuela, seguimos tropezando con la recurrencia a tribunales no
latinoamericanos para resolver conflictos entre nosotros, como es el caso de
Argentina y Uruguay por Botnia o el de la salida al mar de Bolivia. De algún
modo es como si recurriéramos a la Corte Suprema de Japón para resolver un
diferendo entre nuestras provincias de Mendoza y San Juan.
También continuamos disintiendo respecto de si es comercio
libre el comercio entre naciones y corporaciones con desigual capacidad de
negociación o, por el contrario, el comercio libre requiere de partes de poder semejante
y un Tribunal Internacional que reconstituya la equidad en los intercambios
cuando haya habido abuso del mayor poder de negociación por parte de uno de
contratantes.
Y seguimos enfrentando dificultades energéticas cuando la
integración eléctrica regional sólo depende de decisiones políticas y
permitiría compartir la generación hidroeléctrica a contra estación de las
grandes cuencas sudamericanas.
También continuamos
manteniendo las fronteras interiores de América del Sur para la circulación de
personas y familias, paso necesario e imprescindible para la resolución de
numerosos problemas de desarrollo y realización personal, familiar y social y
de construcción de ciudadanía suramericana.
Tampoco hemos puesto en práctica el Protocolo del Mercosur que
permite la formación de empresas bi o multinacionales, ahora extensible a
UNASUR, que permitiría a muchas pequeñas y medianas empresas adquirir escala
continental.
Por ello es urgente instalar en los programas de todos los
partidos políticos de América la cuestión de la integración y de las políticas
continentales, comenzando a llevar a cabo el programa de San Martín expresado
en una de sus cartas a Guido: no soy de ningún partido, soy del partido americano o el de Bolívar luego
de la convocatoria al Congreso de Panamá, señalando la urgencia del pacto americano, seguramente compartido
por José Bonifacio de Andrade e Silva, el padre de la independencia de Brasil,
por Francisco de Bilbao y Andrés Bello, por José de Artigas y por todos los
patriotas suramericanos.
Y también incorporar la enseñanza de la historia, la cultura,
el pensamiento latinoamericano y de la integración en todas las currículas de
enseñanza desde los primeros niveles hasta las de post graduación universitaria.
E instalar en las agendas y programas de nuestros periodistas,
académicos, científicos sociales, economistas y sobre todo de los jóvenes, la
integración como eje central de nuestra mirada al futuro.
Esbozo finalmente unos pocos grandes pasos imprescindibles en
el futuro inmediato, entre otros muchos que están en desarrollo o que deben
iniciarse.
En primer lugar, fortalecer la alianza profunda de Argentina
y Brasil como núcleo de aglutinación de UNASUR, tal como lo pensaron y
comenzaron a ejecutar Perón y Getulio y como lo reiteró Alberto Methol Ferré. Y
como acaba de expresarlo testimonialmente el Papa Francisco cuando ni bien
elegido salió a ser bendecido y bendecir a su pueblo reunido en la Plaza San
Pedro, junto con su amigo y compatriota, el Cardenal brasileño Claudio Hummes.
Esa alianza debe consolidarse al servicio y con el activo y decisivo
protagonismo de cada una de las naciones de nuestro continente. Esto hará irreversible
el proceso de formación de un estado continental industrial suramericano, y
recuperará definitivamente esos otros dos momentos de nuestra historia en los
que América del Sur fue un solo estado: cuando el Cusco fue capital del Imperio
Inca durante un siglo en el período pre universal y cuando Asunción fue la
capital de América del Sur durante algo más de medio siglo en el período
indiano.
En segundo lugar, apoyarnos e inspirarnos en el pensamiento
latinoamericano, original, transformador y mestizo, que nació cuando otro
Francisco, Francisco de Vitoria también revolucionó el mundo, e indignado y
conmovido ante la ejecución de Atahualpa por Pizarro, alzó su voz para condenar
el magnicidio y negarle toda legitimidad a los poderes globales de entonces
para usurpar la soberanía de los pueblos de América o juzgar, condenar y
ejecutar a sus reyes. Desde entonces nuestro pensamiento se adelantó siempre al
pensamiento europeo en cuestiones esenciales para la realización del hombre,
como la proclamación del derecho a la vida y del conjunto de los derechos
humanos, el derecho a pertenecer a una comunidad organizada, la soberanía como
atributo del pueblo y no de sus representantes, la condena de la esclavitud y
de cualquier forma de opresión del hombre o de la mujer, la comunidad universal
como comunidad de naciones y pueblos soberanos cualquiera sea su cultura, su
raza o su religión o el derecho de todos los hombres y mujeres a establecerse,
trabajar, formar una familia en cualquier nación del mundo que elijan,
quinientos años antes que se produjese la tragedia africana en las costas
europeas o la tragedia latinoamericana a ambos lados del ominoso muro
Sensembrener.
Bernardino de Sahagún y José de Anchieta continuaron en
América las enseñanzas de Vitoria e iniciaron caminos hacia el corazón de América
desde las costas del golfo de México y desde las del nordeste brasileño, alfabetizando
el náhuatl y el tupí guaraní e iniciando simultáneamente la conversión del
castellano y el portugués en lenguas americanas, capaces de albergar toda la
riqueza y los sentidos de las grandes culturas americanas pre universales y el
alma de las lenguas de esas culturas como proclamó el gran escritor peruano José
María Arguedas en 1950 al abandonar su quechua materno para escribir sus
novelas andinas en el castellano de Güiraldes y Vallejos.
La saga ha llegado a nuestros días mediante extraordinarios
pensadores, como José Vasconcelos, José Enrique Rodó, Francisco García
Calderón, Fernando Ortiz, Manuel Ugarte, Darcy Ribeiro, Raúl Scalabrini Ortiz,
Víctor Andrés Belaúnde, Celso Furtado. Miguel Rojas Mix, Rufino Blanco Fombona,
René Depestre, Helio Jaguaribe o Alberto Methol Ferré.
Y en tercer lugar, levantando todas las fronteras interiores
de América del Sur a las personas nacidas o que viven en cualquiera de nuestras
naciones, antesala de una ciudadanía única sudamericana y, en el futuro,
latinoamericana y caribeña.
En abril de 2013, en un Seminario sobre el papel de la
sociedad civil, y refiriéndose a la imprescindible reforma del Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas, nuestro compatriota Everton Vieira Vargas, que nos honra con su presencia esta
noche, se preguntaba “¿por qué, en un proceso con implicaciones
potenciales tan grandes para la gobernanza global, la sociedad civil guarda
silencio?”
Quiero concluir entonces
formulándome, formulándonos, una pregunta semejante a todos los que estamos hoy
aquí, académicos, docentes, alumnos, sacerdotes, dirigentes y militantes
políticos, económicos, sociales, diplomáticos, ¿podemos permanecer indiferentes
ante una crisis global que ha convertido en muertos civiles a un tercio de la
población del mundo, ante los africanos que mueren frente a las costas de Lampedusa
o de los latinoamericanos que mueren a un lado u otro del muro Sensembrenner?
¿No tiene nuestra América, la que habla castellano y portugués, muchas
soluciones que proponer al mundo para que el mundo pueda cerrar la terrible
brecha humanista de sus centros mientras nosotros saltamos la brecha científica
y tecnológica sin renunciar a nuestro humanismo popular? ¿No es posible pensar
un mundo poliédrico, como propone Francisco, en un escenario global
multipolar?
La respuesta a estas preguntas y
muchas otras que nos formulamos al enfrentar los problemas cotidianos de la
falta de seguridad, de la fragilidad de nuestros trabajos, de las dificultades
de nuestras empresas, de la reducción constante de nuestra soberanía, sólo
tiene respuesta en la integración de nuestras naciones, en comprender y
practicar que somos tan argentinos como uruguayos, brasileños, chilenos, peruanos,
paraguayos, bolivianos, venezolanos, colombianos, ecuatorianos, cubanos,
paraguayos, ‘hispanos’ o mexicanos, es decir, que todos los americanos y
caribeños somos compatriotas. De encarnar esa pertenencia a una patria común
está hecho el futuro.