22 de mayo de 2013

EL PAPA FRANCISCO Y LOS CRISTIANOS LATINOAMERICANOS


A dos meses de la elección de Francisco, el primer Papa latinoamericano, compartimos este artículo de Carlos Ferré,  publicado en el Nº 108 de la Revista “Testimonio” de Lima, Perú.


EL PAPA FRANCISCO Y LOS CRISTIANOS LATINOAMERICANOS



La elección del Cardenal Jorge Mario Bergoglio como nuevo sucesor de Pedro ha causado una  lógica conmoción en todo el mundo.
No sólo porque no estaba entre los principales candidatos que reflejaban los medios masivos de comunicación sino porque elegir a este Obispo argentino para la Sede de Roma significa que el cónclave decide, en dos mil años de historia de la Iglesia, elegir al primer Papa de América, más precisamente a un latinoamericano y al primer jesuita en quinientos años de la Compañía de Jesús.
También son quinientos los años de Evangelización en nuestro continente y la Iglesia universal ha señalado a uno de sus hijos, a un cristiano del Nuevo Mundo para guiar al Pueblo de Dios.
Y justamente, ese es uno de los primeros signos del nuevo pontificado.
El Papa Francisco resalta en sus primeras palabras, el encuentro entre el pueblo reunido en la plaza y él quien se presenta como el nuevo Obispo de Roma. El Pueblo de Dios y su Obispo, confirmando con su gesto. el criterio eclesiológico del Concilio Vaticano II.
Pero no se queda en las palabras;  hace un nuevo gesto: le pide a su pueblo que rece por él para que Dios lo bendiga para que él pueda luego bendecirlos y se inclina para hacerse el Siervo de los Siervos de Dios. La Iglesia Comunión ha quedado  reflejada a la vista de miles de millones de personas que presencian el hecho en todo el mundo.
Su nombre Francisco completa su programa: el Santo de la Iglesia pobre para los pobres, el de la paz, el del cariño y respeto por toda la Creación.
Francisco ha manifestado en pocos minutos el programa de su Pontificado. No hace falta esperar su primera encíclica. El ha actuado su primera encíclica en  un lenguaje comprensible para todos, accesibles a los últimos, revelando a los humildes la Buena Noticia, que ha de proclamar con palabras y hechos.
El mundo se ha conmovido y se pregunta quien es este nuevo Papa argentino que como él mismo dijo,  viene casi desde el fin del mundo.
Una multitud de periodistas comienzan a buscar vías de comunicación directa con hombres que convivieron con él, quieren conocer los lugares que frecuentaba, que ha hecho hasta ahora este hombre que viene de las “orillas” del planeta.
Se encuentran con un hombre que ha vivido intensamente su condición de  habitante de la periferia del mundo. Que conoce a fondo el problema de los pueblos que han sufrido las distintas formas del colonialismo político,  económico y cultural y han generado diversos  procesos históricos, para alcanzar niveles de soberanía y justicia social acordes con la construcción del bien común internacional. Que ha realizado su tarea pastoral en medio de los excluidos, de los “sobrantes” como los denominó en el Documento de Aparecida. Un hombre en el que la opción preferencial por los pobres no es fruto de razonamientos ideológicos sino de una práctica pastoral vinculada a la práctica histórica de su pueblo.
Han de descubrir asimismo, un hombre que conoce las leyes de la política y las ejecuta con humildad y firmeza y también un hombre con sólida formación intelectual, que es capaz de expresar  de la forma más simple las cuestiones más complejas.
Es  Francisco. El que convivía con nosotros y ahora terminaremos de conocerlo en toda su dimensión.
Dios lo ha convocado para una misión universal en el momento que la humanidad en su conjunto y nuestra Iglesia atraviesan  crisis muy intensas. En un momento de bisagra de la historia. En un tiempo en que un régimen hegemónico mundial pensado desde el materialismo práctico ha demostrado todas sus falencias y se han rebelado como falacias sus presupuesto ideológicos. En menos de veinte años, las ideologías que confrontaban por la hegemonía mundial,  han  desnudado sus carencias para erigirse en la solución que la humanidad busca para vivir de acuerdo a la dignidad de la persona y de los pueblos.
Pero también, en un momento de la historia donde comienzan a insinuarse nuevas formas de solidaridad de los hombres y nuevos alineamientos de las naciones en búsqueda de un protagonismo que respete sus designios soberanos.
Hombre de su tiempo, Bergoglio ha alentado el proceso de integración sudamericana como escalón para la integración continental. Ha afirmado que se deben  “recorrer las vías de la integración hacia la configuración de la Unión Sudamericana y la Patria Grande Latinoamericana. Solos, separados, contamos con muy poco y no iremos a ninguna parte. Sería callejón sin salida que nos condenaría como segmentos marginales, empobrecidos y dependientes de los grandes poderes mundiales”. E imagina metas que debemos proponernos: “América Latina necesita nuevos paradigmas de desarrollo que sean capaces de suscitar una gama programática de acciones: un crecimiento económico autosostenido, significativo y persistente; un combate contra la pobreza y por mayor equidad en una región que cuenta con el lamentable primado de las mayores desigualdades sociales en todo el planeta; una reforma del Estado y la política para que estén efectivamente al servicio del bien común.” .
En ese camino de realización de la integración cuya necesidad ya había manifestado Juan Pablo II  en Santo Domingo, advierte ciertas peligros o desviaciones que se deberían evitar: “Los desafíos de la realidad latinoamericana no se pueden afrontar ni resolver reproponiendo viejas actitudes ideológicas tan anacrónicas como dañinas o propagando decadentes subproductos culturales del ultraliberalismo individualista y del hedonismo consumista de la sociedad del espectáculo. Llama la atención constatar como la solidez de la cultura de los pueblos americanos está amenazada y debilitada fundamentalmente por dos corrientes del pensamiento débil: una, la concepción imperial de la globalización… que constituye el totalitarismo mas peligroso de la posmodernidad. La otra corriente amenazante… el ‘progresismo adolescente: una suerte de entusiasmo por el progreso que se agota en las mediaciones, abortando la posibilidad de un progreso sensato y fundante relacionado con las raíces de los pueblos.”
Propone entonces un camino de construcción: “Nada sólido y verdadero podrá obtenerse si no viene forjado a través de una vasta tarea de educación, movilización y participación constructiva de los pueblos - o sea, de las personas y las familias, de las mas diversas comunidades y asociaciones, de una comunidad organizada- que pongan en movimiento los mejores  recursos de humanidad que vienen de nuestra tradición y que sumen las grandes convergencias estratégicas para el bien común”.
La Iglesia universal ha elegido un papa nacido en el lugar que los europeos llamaron el  Nuevo Mundo. Ese fue el signo de Dios para muchos misioneros que evangelizaron nuestras tierras, para muchos hombres imbuidos de las mejores ideas del humanismo nacido a la luz de la fe en Cristo. El encuentro de las culturas en América dio a los hombres de todo el ecúmene la visión de que el nuevo mundo no era solo el encontrado sino todo el mundo que recién había llegado a conocerse a si mismo. Por eso Nuestra América es universal. Conjuga en su mestizaje el mundo del antiguo oriente y el del occidente reciente sumado al aporte del cristianismo.
Desde esa universalidad el Cardenal Bergoglio proclamaba  reiteradamente aquello que la realidad es superior a la idea, el todo es superior a la parte y la unidad superior al conflicto.
En esa matriz cultural ha sido formado Francisco y el es plenamente conciente. Nos ha educado en esa conciencia.
Además de la enorme alegría que hemos sentido desde su elección,  percibimos desde el primer momento, una intuición de la dimensión del cambio que significa para los cristianos de América Latina este momento. Sentimos que los ojos del mundo se han de posar sobre nosotros tratando de indagar y comprender como pudo nuestro continente generar un Papa del que ya están asombrados. Que experiencia historia, social, cultural y  religiosa particular tiene América Latina que puede engendrar al hombre de la dimensión que comienzan a vislumbrar y que sin saber muy bien porqué los llena de esperanza, los entusiasma.
Esa es sin duda la reflexión que deberemos hacer muy rápido porque el trabajo comenzó ya.
De la ayuda de Dios -que descontamos- y de  nuestro esfuerzo, imaginación y trabajo, así como de nuestra  solidaridad activa  con el nuevo Pastor Universal ha de resultar  que su tarea llegue a las metas que el Señor nos propone.
Es nuestra oportunidad histórica de demostrar porqué somos el Continente de la Esperanza.

Carlos Eduardo Ferré

NA. Los párrafos en cursiva y encodillados son extractos del prologo redactado por Bergoglio al libro “Una apuesta por América Latina” de Guzmán Carriquiri.

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