El proceso de reunificación de nuestra América ha recuperado las
propuestas universales del movimiento independentista y de los grandes
movimientos populares del siglo XX. En un mundo sin sentido, sometido a la vergüenza
del hambre y la exclusión en medio de la opulencia y de las guerras para la apropiación
de los recursos naturales y la expansión de un comercio desigual, el Consenso
del Cusco vuelve a ofrecer al mundo un proyecto de sociedad humana de justicia
y solidaridad. En ese marco, en el que se está debatiendo la doctrina de la
integración latinoamericana y caribeña, es fundamental el pensamiento de
nuestros filósofos, que expresan la autonomía y originalidad del pensamiento
latinoamericano. Entre ellos, el de Gonzalo Manuel Casas, filósofo
latinoamericano, fallecido en 1981, docente e investigador infatigable y autor
entre otros muchos libros de El ser de América (Ed. del Sur, San Miguel de Tucumán, Argentina, 1982). En la magnífica conferencia
que hoy reproducimos Casas nos convoca a "esa verdadera liberación”
que “está conmoviendo todo el proceso histórico nacional y latinoamericano. Es
una marcha que…se inicia simultáneamente con el descubrimiento de América…con los que pensaron América cuando América apareció
(fundamentalmente Vitoria). La gran batalla histórica se inicia afirmando la
libertad del hombre americano. Esta libertad del hombre americano…es la que
origina los levantamientos comuneros de América Latina” y produce “el pensamiento
de la independencia, de San Martín y Bolívar. Ese proceso, sigue, no concluye
nunca, y le da sentido a nuestra vida particular, nacional, latinoamericana y finalmente
planetaria o universal. En ese proceso de liberación nos encontramos siempre:
siempre está ocurriendo, pase lo que pase, porque el hombre pase lo que pase
nunca dejará de ir hacia sí mismo. Siempre estará buscándose, y buscándose, en
la autoconciencia, en la autorresponsabilidad, en la libertad”.
La filosofía en
el proceso nacional, latinoamericano y planetario
Gonzalo Manuel
Casas
Gonzalo Manuel Casas como lo vio el
periodista y caricaturista Manuel del Arco, en Barcelona, en 1962, cuando lo
entrevistó para La Vanguardia Española
Versión de la conferencia pronunciada en el Museo de Bellas Artes Genaro
Pérez de la Municipalidad de Córdoba, publicada por el Dr. Jorge Torres Roggero en http://confusapatria. wordpress.com/2013/08/20/manuel-gonzalo-casas-la-marcha-hacia-si-mismo/
El tema de la conversación que vamos a traer
hoy, durante unos minutos, es “La filosofía en el proceso nacional,
latinoamericano y planetario.
El título es pretencioso. En efecto, implica una
pretensión. Pero me justifico pensando que la filosofía misma no es quizá más
que eso, una pretensión: una tensión previa que se tiende hacia una
meta, o en palabras de Husserl, hacia un “thelos” que fácticamente quizá no se
consiga. Desde este punto de vista la noción de filosofía que utilizamos en
esta conversación es esa precisamente: la filosofía entendida como un intento.
Una pretensión en el sentido griego (originario de Pitágoras, de Heráclito, que
se hizo muy común en la época de Platón y de Sócrates), es decir, una
pretensión de un saber total. Por un lado del Ser, por otro lado de la Vida y
en un tercer momento implícito en nosotros, de las conductas y de las
acciones del hombre en relación con el Ser y con la Vida. Esta idea de un saber
en primer lugar teórico, entendiendo teoría como ver, como “theoreo”, implica
una visión en el sentido de autoconciencia: ver que veo algo,
tener conciencia que veo algo o saber que sé algo.
En ese sentido y sobre todo por la inclusión de la
noción de conducta que se ve en los grandes clásicos y que alcanza su máximo
esplendor en la época post-aristotélica, el intento de saber, es no solamente
un saber teórico sino una concomitante voluntad. No se trata solamente de
saber el Ser, de saber la Vida y saber un tipo de conducta, sino una voluntad
de realizar las exigencias implícitas en la conducta. Es decir, conlleva dos
nociones fundamentales: en primer lugar, la de teoría, la de visión, la de
saber estrictamente y entonces es inteligencia, “nous”; y en segundo lugar, la
del querer, la de la voluntad, en cierta medida, como diríamos hoy, la
“praxis”. Esta es la noción de filosofía con la que empezamos esta conversación
cuyo tema es ” La filosofía en proceso nacional, latinoamericano y planetario”.
“Filosofía en el proceso”: ¿ Qué quiere decir
aquí esta noción?. La preposición “en”: ¿podría cambiarse por la
preposición “de”? No es lo mismo la filosofía “en” el proceso o “del” proceso.
¿Por qué hago esta distinción? Si la entendemos como “en”, la preposición
predica inherencia, es decir, la filosofía “en” implica que se piensa la
filosofía como algo que corre dentro, que recorre por dentro el proceso. Está
implícita e invicerada en el proceso mismo. Es un modo de entenderlo, y cuando
aparece como noción teórica resulta previamente de su estar dentro del proceso
y, en un segundo momento, el de la construcción como teoría o como
autoconciencia que lleva siempre en la base la fundamentación de la cosa misma.
Ahora bien, si utilizamos la preposición “de”,
la filosofía “del” proceso: ¿qué quiere decir? En este caso la preposición
indica pertenencia, es decir, que la filosofía no es algo que se elabora sobre
el proceso, a propósito del proceso, sino que la filosofía pertenece al proceso
mismo. El proceso en la medida en que ocurre y en la medida en que cubre la
totalidad humana asciende a los distintos niveles del hombre y alcanza su
plenitud en el nivel de la autoconciencia teórica. Pero esa conciencia teórica
no es pensada como una abstracción, no se separa, no es ideológica, pertenece
al proceso mismo. Por eso, en una concepción así, es muy importante esto: el
sujeto de una filosofía pensada de esa manera ya no es nadie en particular. El
sujeto de un pensar pensado de ese modo es el proceso mismo, es la totalidad de
los hombres que actúan y viven en el proceso y que son los protagonistas del
proceso y de la autoconciencia teórica que el proceso engendra. En ese sentido,
habría que pensarlo, una filosofía del proceso es en cierta medida una
filosofía anónima, una filosofía anónima que se expresa en los modos de
pensamiento, en los modos del lenguaje y en los modos de valorización de una
realidad que no está suficientemente esclarecida:la realidad popular que no
sabemos muy bien a que se refiera pero que es, en realidad, la protagonista de
este tipo o esta manera de entender la filosofía.
Ahora digamos “proceso nacional”, ¿qué quiere
decir nacional? Bueno, nacional es etimológicamente lo que ha nacido, lo que ha
nacido con el hombre. Ha nacido con el hombre naturalmente, por lo tanto no es
lo que nace con la voluntad histórica del hombre, con lo que podríamos llamar
en una noción no convencional, el proceso mismo de la historia ( entendiendo la
historia como “hacerse cargo de”, “hacerse responsable de”). Entonces lo
nacional es lo elegido por la voluntad histórica en cuanto quiere hacerse cargo
de sí misma, en cuanto se torna autoconsciente de sí misma, en cuanto marcha
hacia sí misma, La marcha hacia el futuro es una marcha hacia sí mismo,
es la marcha hacia la autoconciencia. La cosa , que primero es simplemente
(tiene un ser mudo), se expresa, se hace cargo de sí misma y marcha hacia
su autoconsciencia como un nivel de realización futura y última en que se
van expresando todos los contenidos de la realidad que aparecen en el camino.
Entonces lo nacional es lo querido, lo nacido de
la voluntad histórica. Y, ¿qué es la voluntad histórica? La voluntad histórica
es un poco lo querido por mí, por cada uno de ustedes, lo querido por mis
antecesores, lo querido por los antecesores de ustedes, es lo querido por el
pueblo fundacional que alguna vez se instaló en este pedazo de
tierra en un momento del tiempo y que quiso lo nacional, es decir, dio
nacimiento a una comunidad histórica. Inició ese proceso, lo quiso a ese
proceso fundacional de un modo situado y temporal. Lo quiso en un lugar del
espacio y en un momento del tiempo , recorrió ese espacio y ese tiempo con
la voluntad de construir una comunidad autoconciente. Ahora bien, una
comunidad autoconciente es de hecho una comunidad libre. La autoconciencia
implica un autohacerse cargo de sí mismo. Entonces, quien lo quiso fue la
voluntad histórica nuestra, la voluntad histórica de nuestro pueblo, que al
final es el protagonista, es la voluntad histórica de constituir una comunidad
de hombres libres.
Pero no solamente situada aquí y en nuestro
tiempo, aquí en nuestra América, en Sud-Centro-América, como dice Nimio de
Anquín, y en el tiempo de nuestra historia. No se puede decir que nuestra
comunidad histórica de hombres libres fuera solamente la de los argentinos. En
efecto, cuando se recorren las páginas de la historia uno se encuentra con que
San Martín llamaba compatriotas a los chilenos, a los peruanos, a los
venezolanos; con que Bolívar llamaba compatriotas a los argentinos, a los
chilenos y a los peruanos. Uno descubre que lo querido, que lo que quiso el
pueblo histórico fue una comunidad latinoamericana que enmarcaba en un espacio
a los pueblos nacidos del asentamiento y del mestizaje español, hacia el sud del
Río Grande como una comunidad histórica. Esa comunidad es, por un lado,
nacional pero por otro lado, simultáneamente, latinoamericana. Lo
latinoamericano no es algo que se le agrega, lo latinoamericano está en el
momento mismo en que surge y crece la cosa, surge como una comunidad
latinoamericana. Al contrario, se puede decir que, en cierta medida, el proceso
de la historia fue un proceso de balcanización. El mundo histórico
latinoamericano que nació con ese sentido de unidad fue balcanizado, es decir,
atomizado, separado, enemistado consigo mismo hasta lograr el mosaico de países
que constituímos en este momento. Sin embargo, no hace a la índole del
nacimiento, de la situación en que emerge el ser latinoamericano que emerge
unido. Este mundo que yo llamo latinoamericano (me gusta más que
hispanoamericano) incluye muchas otras cosas, incluye Francia, incluye Italia.
Los factores que han hecho la historia son latinos en general, no es solamente
hispánico, por eso lo nombro latinoamericano y no hispanoamericano.
Muy bien, esta es la filosofía en la
comunidad, en el proceso nacional y latinoamericano, pero ¿qué función cumple
aquí esta filosofía?
Bueno, se trata de la filosofía como intento de
un saber total del orden ontológico del ser, del ético y del orden práctico.
Intenta ser un pensamiento no del ser total, sino un pensamiento totalizador
del proceso latinoamericano. Digo un pensamiento tatalizador porque un
pensamiento de la totalidad o total no es de hecho posible. Lo que el
pensamiento intenta es totalizar, seguir la línea que permanentemente va
totalizando la cosa. La cosa nunca es total, nunca es una totalidad porque
nunca puede dejar de totalizarse, nunca puede salir fuera del tiempo. En el
tiempo, lo que hace, es ir recorriendo la propia línea de totalización.
Ahora, en esa línea de totalización, ¿cuáles son
los valores fundamentales? Ya lo dije de paso, el valor fundamental en cuanto
emerge de una conciencia, de una autoconciencia, que se quiere totalmente,
entonces, lo que necesariamente quiere es ser libre, lo que necesariamente
quiere es la independencia, por eso la no-dependencia, por eso la voluntad
histórica se plasma, tiene su primera plasmación de índole total,
latinoamericana, en los movimientos de la independencia latinoamericana cuyo objeto
es la independencia de los países latinoamericanos y cuyo sujeto son los países
latinoamericanos llevando adelante ese proceso común. Entonces, cuando los
ejércitos argentinos, los granaderos argentinos peleaban junto a los llaneros
venezolanos, y los llaneros venezolanos junto a los llaneros de Colombia, nadie
tenía la idea de una pertenencia a naciones distintas, todos tenían la idea
viva de que pertenecían a un solo pueblo histórico en marcha ¿hacia dónde?:
hacia sí mismo.
Esa marcha hacia sí mismo empieza con la noción
de independencia y naturalmente también intenciona la noción de libertad, pero
¿dónde la quieren?, ¿dónde realizan esos pueblos la independencia y la
libertad? La intentan realizar en lo que llamaríamos en filosofía “el mundo
abierto”: La independencia y la libertad son categorías existenciales que sólo
pueden realizarse, alcanzar su plenitud, en un ámbito, en un campo de juego, en
un lugar abierto que haga lugar a la esa realización. Un lugar abierto, un
mundo donde la independencia latinoamericana como pueblo pueda realizarse
es un mundo abierto, y un mundo abierto es, realmente, un mundo libre, un mundo
limpio.
Lo que está en todo el pensamiento
latinoamericano, sobre todo en el pensamiento político porque la filosofía en
las épocas de nuestra gesta se expresa fundamentalmente en lenguaje político,
lo que está en Bolívar, lo que está en San Martín, lo que está en Monteagudo es
el intento de realizar la libertad y la independencia latinoamericanas en un
mundo abierto, en el mundo de la libertad.
¿Cuál es este mundo de la libertad? El mundo de
lo abierto, el mundo donde encaja un proyecto continental de libertad es el mundo
planetario , es decir el mundo ecuménico, el mundo de lo universal en el
cual todos los hombres son protagonistas de una misma empresa. ¿Cuál es esta
empresa? Esta empresa es alcanzar la autoconciencia del hombre, es decir,
realizar en cada hombre en particular, en cada hombre concreto, el hombre
universal. Realizar el universal concreto, hacer que el hombre, el universal
sea yo, sea usted o usted; que cada uno de nosotros particularmente pensado sea
al mismo tiempo el hombre, el arquetipo de la especie: realizar la idea del
hombre. Ahora, esa realización de la idea del hombre supone: una conciencia
ética, una base ética, una morada ética de responsabilidad total para cada uno
de los hombres; y supone, para todos en su conjunto, esa responsabilidad.
Juega en un campo de juego en que pueda moverse con la responsabilidad del
otro. Pero ese juego de las responsabilidades, ese juego ético, solamente es
posible otra vez en un campo de juego libre, solamente puede existir en un
mundo libre.
¿Qué es un mundo? Un mundo, la idea de mundo,
conlleva lo limpio, lo claro, lo armonioso, lo bello (también lo bello). Supone
un hombre con plena responsabilidad moral, totalmente responsable de sí mismo y
que cuenta con responsabilidad moral del otro, del segundo y del tercero, que
cuenta con una comunidad donde todos son responsables. Un hombre así es un
hombre del mundo, es un hombre que anda, que juega su existencia humana,
moviéndose en la dialéctica de la correspondencia con toda la comunidad. La
dialéctica de la correspondencia es la dialéctica del diálogo, es donde el
diálogo, el “logos dia”, que puede significar dos cosas: o un logos que pasa
dentro de todo, o un logos que enlaza a dos. El diálogo es el método de la
cercanía, del acercamiento de los hombres en un tipo de mundo fundado sobre la
mutua responsabilidad, la mutua libertad.
Ahora, fácticamente, ese mundo de la comunidad
viviente, de las autorresponsabilidades concretas de todos los hombres, es una
comunidad donde se ha bajado de la estructura ideológica abstraída a los modos
concretos de la existencia humana, a los modos reales en que yo y usted
vivimos, cumplimos las grandes tareas de la existencia: vivir, trabajar, amar ,
luchar, jugar. En otras palabras, las grandes funciones donde se realiza la
libertad y la existencia humana se cumplen en ese campo de juego que hemos
llamado mundo, y que más concretamente, es el orden concreto y terráqueo, el
planeta.
El planeta, el mundo, el mundo planetario es el
mundo de una tierra: no de unas estrellas fijas, eternamente inmóviles, sino de
un planeta, de una tierra que anda dando vueltas, que como dice Heidegger,
“anda errando” en el espacio cósmico.
En ese mundo de la errancia cósmica, en él, se
realizan las distintas acciones, actitudes y procesos del hombre. Ahí anda el
hombre de la errancia filosófica, en la errancia moral, en la errancia erótica,
en la errancia económica. Errancia quiere decir esto: el hombre no es un ser
fijo, eso lo sabía Hegel, la inteligencia del hombre no es el entendimiento que
fija, inmoviliza y separa las cosas. La inteligencia característica del hombre
es la razón dialéctica que se caracteriza por estar siempre moviéndose.
Entonces es, en cuanto está siempre moviéndose entre el amor y el odio, la
guerra y la paz, la repulsión y la atracción, en cuanto anda siempre. Júpiter
es invierno y verano – decía Heráclito- y se lo puede llamar dios y no se lo
puede llamar dios, y todo es correcto. El pensamiento del hombre anda siempre
en esos vaivenes de la dialéctica, no es pensamiento fijo, inmovilizado y que
inmoviliza él mismo. Es decir, las grandes potencias, las grandes fuerzas, el
amor, el trabajo, la lucha y el juego, él mismo en cuanto introduce estas
fuerzas, en cuanto las ejecuta y las produce, produce ese proceso errante en el
cual no hay funtos fijos, no hay seguridades: la única seguridad es que el
hombre está en marcha. Como dice Heidegger, “todo es camino”, el hombre está en
el camino. Ahora bien, esa errancia de estar permanentemente en el camino, en
nuestro caso ¿ cómo se vincula con la filosofía, que es el primer tema?
Husserl dice que hay tres ideas básicas que
mueven el pensamiento del hombre: la idea de ser en sí, la idea de bien en sí y
la idea de verdad en sí. Estas ideas no son fácticamente realizables, nunca
están realizadas, ni son realizables: ¿quién conoce el ser en sí, quién conoce
el bien en sí, quién conoce la verdad en sí?
No son realizables, pero esas ideas son fuerzas
de imantación de lo que llamaríamos en nuestro lenguaje “la errancia”, los
distintos modos de errar, del andar existiendo del hombre; los distintos modos
de amar, de trabajar, de hablar, de odiar, de guerrear y de jugar. El ser en
sí, el bien en sí, la verdad en sí no es algo que esté allí, pero es un polo de
atracción hacia el cual va el hombre y que atraen al hombre. Como dice
Aristóteles: “como la bandera atrae a los ejércitos en marcha”. Son, en un
sentido kantiano, “ideas reguladoras”, no cosas fijas, son focos de atracción
que le dan un sentido al proceso de la existencia humana. Ese sentido, ese
“thelos”, determina una existencia telética, una existencia atraída por un foco
ideal que la atrae y la mueve atrayéndola. Y esas ideas no se realizarán nunca,
fácticamente, todo lo fáctico, lo realizado, es lo concluído. Estas ideas no
estarán nunca construídas, pero siempre estarán dándole un sentido a la
existencia del hombre. Esas tres ideas reunidas, en el fondo, son la idea
de libertad o de, bueno, la libertad es una palabra abstracta, la palabra
concreta que significa los modos reales en que se realiza la libertad es la liberación.
La libertad se realiza en modos concretos de liberación. Por lo tanto, el
problema de la libertad que es un poco abstracto, se realiza en modos de
liberación.
¿Qué hay que entender por liberación a nivel
nacional y latinoamericano? Para eso hay que entender el modo en que usamos la
palabra libertad. Un primer modo de entenderla sería como opción: aquí están A.
B y C; soy libre de decidir en A, B y C. Por lo tanto en la libertad de opción
se me dice: “Vea, ahí tiene una cuerda azul, una verde y una blanca, elija la
quiera, pero ahórquese”. Es decir, la opción consiste en saber con qué cuerda
me ahorco. Ese es el primer modo de entender la libertad.
El segundo modo consiste en la negatividad:
“Vea, lo que pasa es que no quiero ahorcarme, así que no opto por ninguna de
las sogas”. Rechazo la totalidad. Es un momento; pero el momento real, de
realización de la libertad como creación o formación en el cual lo que somos,
el ser que somos, lo elaboramos desde nosotros mismos con nuestro trabajo, con
nuestra tierra, con nuestros ideales. Y ese modo de libertad como creación o
formación es la verdadera liberación. Esa verdadera liberación está conmoviendo
todo el proceso histórico nacional y latinoamericano. Es una marcha que, a
primera intención, con respuesta rápida, se inició con las guerras de la
Independencia, con Bolívar y San Martín. Pero, en verdad, viene desde mucho más
lejos. Se inicia simultáneamente con el descubrimiento de América. Cuando
América es descubierta, ¿qué es lo que se descubre: una tierra o una condición
humana?
Si seguimos el pensamiento de los que pensaron
América cuando América apareció (fundamentalmente el padre Francisco de
Vitoria) la lucha, la gran batalla histórica que va finalmente hacia un
“thelos”, se inicia afirmando la libertad del hombre americano. Esta libertad
del hombre americano (por cuya aparición en el pensamiento mundial se funda el
derecho de gentes y gran parte del derecho natural) es la que origina, andando
el tiempo, los levantamientos comuneros de América Latina. Eran, en gran
medida, levantamientos hispánicos los levantamientos indígenas.
Finalmente, el pensamiento de la independencia,
cuyos arquetipos fueron para nosotros San Martín y Bolívar. Ese proceso, sigue,
no concluye nunca, pero le da sentido a nuestra vida particular, nacional, latinoamericana
y finalmente planetaria o universal. En ese proceso de liberación nos
encontramos siempre: siempre está ocurriendo, pase lo que pase, porque el
hombre pase lo que pase nunca dejará de ir hacia sí mismo. Siempre estará
buscándose, y buscándose, en la autoconciencia, en la autorresponsabilidad, en
la libertad.
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