Correa |
Durante muchos años
existió en nuestra América, al menos entre las “clases educadas” la costumbre
de valorar sobre todo la opinión de extranjeros, más precisamente, de
ciudadanos de los países más poderosos, sobre nuestros procesos políticos y
sociales. Estamos madurando, y ya no es tan frecuente. Aunque todavía la
encontramos en los medios periodísticos, cómo no.
En el Foro San Martín
trabajamos para fortalecer la mirada propia, para evitar los “ojos de forastero”.
Pero tampoco queremos ser dogmáticos. Hemos seguido este proceso electoral
ecuatoriano en nuestra página de Facebook desde octubre del año pasado. Pero cuando
un gringo hace un aporte inteligente, lo aceptamos. Y este artículo que publicó
el viernes 15, antes de las elecciones
en Ecuador, Mark Weisbrot, codirector del Center
for Economic and Policy Research en Washington, D.C., y estudioso de
Latinoamérica, es lúcido, y está libre de las pasiones coyunturales que siempre
despierta las lucha electoral. Le falta, claro, la percepción desde adentro,
pero esa deben darla nuestros hermanos ecuatorianos.
“Rafael
Correa está muy por delante de su más cercano rival en las elecciones
presidenciales de este domingo en Ecuador. Se espera que gane fácilmente otro
período presidencial de cuatro años. Y
no es difícil ver por qué.
El
desempleo disminuyó a 4,1 porciento a fines del año anterior –una baja record
en más de 25 años. La pobreza ha bajado
27 porciento desde 2006. El gasto público
en educación es ahora más del
doble en términos reales (ajustados a la inflación). Un aumento creciente del
gasto en salud ha ampliado el acceso de la población a la atención médica.
Otros gastos sociales también han
crecido sustancialmente, incluyendo una
enorme expansión del crédito subsidiado para la vivienda.
Aunque
todo esto suene insostenible, no lo es. Los pagos de intereses de la deuda
pública del Ecuador son menores al 1porciento del PIB, cifra insignificante.
Además, la relación deuda pública / PIB
es un modesto 25 porciento.
The Economist,
poco amigable con los regímenes izquierdistas que gobiernan la mayor parte de
Suramérica, atribuye el éxito de Correa a
“una mezcla de suerte, oportunismo
y habilidad”. Pero realmente es la
habilidad la que marca la diferencia.
Quizá
Correa haya tenido suerte, pero no ha
sido buena suerte: asumió sus funciones
en enero de 2007 y al año siguiente Ecuador fue uno de los países más golpeados
en el hemisferio por la crisis financiera internacional y la recesión
mundial. Eso se debió a su alta dependencia
de las remesas del exterior (enviadas por sus trabajadores en Estados Unidos y
España), y a las exportaciones de
petróleo, que entonces representaban el
62 porciento de todas las exportaciones y el
34 porciento de los ingresos fiscales. Los precios del petróleo
colapsaron en 79 porciento en 2008 y las remesas también cayeron. El efecto combinado en la economía del Ecuador fue comparable al colapso
estadounidense de la burbuja inmobiliaria, la cual trajo la Gran Recesión.
Y
Ecuador también tuvo la mala suerte de carecer de su propia moneda (había
adoptado el dólar estadounidense en 2000). Por eso no pudo usar su tipo de
cambio ni otra política monetaria para contrarrestar la recesión. Pero Ecuador
sorteó la tormenta con una leve recesión que duró tres trimestres. Un año
después había regresado al nivel previo a la recesión, y entró al sendero de los logros que han
hecho de Correa uno de los presidentes más populares del hemisferio.
¿Cómo
lo hicieron? Tal vez lo más importante
fue un gran estímulo fiscal en 2009,
alrededor del 5 porciento del PIB (lo que debíamos haber hecho en Estados
Unidos). Gran parte de esa cantidad se dedicó a la construcción, con la
expansión gubernamental del crédito a la vivienda en US$ 599 millones en 2009,
y continuando con grandes créditos hasta 2011.
Pero
el Gobierno además debió reformar y volver a regular el sistema financiero,
para que las cosas funcionen. Aquí fue que se embarcaron en lo que posiblemente sea la más integral de las
reformas financieras que se hayan hecho en un país en lo que va de este siglo.
El Gobierno retomó el control del Banco Central y ordenó la repatriación de
unos US$ 2.000 millones de sus reservas
en el exterior. Tal cantidad sirvió para que la banca pública concediera
préstamos para infraestructura, vivienda, agricultura, y otras inversiones
domésticas.
Se
impusieron tributos a la salida de capitales al exterior y se exigió a los
bancos que mantuvieran el 60% de sus
activos líquidos en el interior del país.
Se bajaron las tasas reales de
interés, a la vez que se aumentaron los impuestos a los bancos. El Gobierno renegoció sus acuerdos con las
petroleras multinacionales, cuando subieron los precios del petróleo. Los ingresos fiscales subieron del 27
porciento del PIB en 2006 a
más del 40 porciento el año pasado.
La
administración de Correa adicionalmente incrementó el fondeo al sector
financiero ‘popular y solidaria’ -cooperativas, cajas y otras organizaciones
colectivas. Los préstamos de las
cooperativas se triplicaron en términos reales entre 2007 y 2012.
El
resultado final de esta y otras reformas fue hacer al sector financiero más
útil a los intereses del pueblo, en vez
de hacer lo contrario (como en Estados Unidos).
Para tal fin, el Gobierno separó el sector financiero de los medios de comunicación –antes de ser elegido
Correa, los bancos poseían la mayoría de
los grandes medios- e introdujo reformas antimonopólicas.
Por
supuesto, la sabiduría convencional dice que dichas prácticas “desfavorables
para los negocios” como la renegociación de contratos petroleros, el incremento
del tamaño y de la capacidad regulatoria del Gobierno, el aumento de impuestos
y la restricción de los movimientos de capital, constituyen una receta segura
para el desastre económico. Para colmo, Ecuador no pagó un tercio de su deuda externa, después de que una comisión
internacional descubriera que esa porción de la deuda había sido contratada
ilegalmente. Y la “independencia” del Banco Central - revocada
por Ecuador – todavía es considerada sacrosanta por muchos economistas. Pero
Correa, Ph.D. en Economía, supo cuando era mejor ignorar a la mayoría de sus
colegas.
Correa
ha ganado mala reputación en la prensa (del
Atlántico Norte y quienes la repiten) por navegar contracorriente y –quizá
lo que es peor a los ojos de la prensa especializada en temas económicos – por
haber salido victorioso. El peor ataque de los medios surgió cuando Ecuador
ofreció asilo al ‘soplón’ de
Wikileaks, Julian Assange. Pero
en eso, igual que en su política económica y
en su reforma financiera, Correa tenía razón. Era obvio, especialmente tras la amenaza británica sin precedentes de
invadir la Embajada
del Ecuador, que se trataba de una persecución política. Fue raro, pero alentador, que un político se
parara firme contra tan poderosas fuerzas –Estados Unidos y sus aliados
europeos, más la prensa internacional - por salvar un principio. No obstante, la tenacidad y la valentía de
Correa han dado renombre a su país”.
(Una traducción parcial de esta nota ha sido publicada en el blog delconsultor Artemio López)
FSM.
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