En esta fecha tan cargada de significado y de emociones contrapuestas,
en el Foro San Martín hemos preferido subir a nuestra página un editorial
reciente de El País, un diario de Tarija, Bolivia.
"El Mestizo" de Candido Portinari |
Nuestro
orgullo mestizo
Los antropólogos, sociólogos, genetistas y otros “cientistas” podrán producir tesis e
hipótesis densas y muy complejas sobre las etnias o razas (y de hecho lo
hacen), pero lo más simpático que nosotros recordamos haber escuchado sobre el
tema es un chiste que el pueblo cubano suele repetir: “Los 500 años de explotación protagonizados por los españoles en estas
tierras se atenúan por los únicos tres aportes que nos trajeron: la piedra de
afilar, las alpargatas… ¡y las mulatas!”.
Lo que se destaca en ese chiste no es su candorosa
rima, sino el manifiesto orgullo que la mayoría de los cubanos sienten por su
mestizaje. Orgullo que bien haríamos en compartir todos los latinoamericanos.
Porque haber convertido en motivo de orgullo lo que originalmente fue concebido
como alusión peyorativa, como insulto, hace que su valor identitario sea aún
mayor.
Es que, como dice Richard Sennett, sin identidad no
puede haber respeto y por eso, porque nos respetamos a nosotros mismos, muchos
latinoamericanos sabemos que somos mestizos y lo proclamamos con orgullo.
Mestizaje es el encuentro biológico y cultural de
etnias diferentes, en el que éstas se mezclan, dando nacimiento a lo que
algunos convencionalmente llaman “razas”. Se utiliza con frecuencia este
término para describir el proceso histórico sucedido en Iberoamérica, que la
llevó a su estado racial y cultural actual.
Mestizos son también otros pueblos que han
atravesado un proceso de encuentro entre varias etnias, en lugares como
Filipinas, Sudáfrica o Estados Unidos. Pero es nuestra identidad
latinoamericana, nuestra “ecúmene” la que nos interesa y nos debe interesar
siempre, prioritariamente.
La mayoría de los genetistas e historiadores
modernos no aceptan el concepto de raza y niegan que existan las llamadas razas
puras, siendo la totalidad de la población mundial el producto de diversas
mezclas. La nuestra, la latinoamericana –lo reiteramos- nos enorgullece.
Sabemos que hacia los extremos de esta realidad
existen posturas fundamentalistas (pero sin fundamento científico), que
persisten en racismo y exclusiones aberrantes. Lo mismo cuando presumen de
ascendencia ibérica y se empeñan en usar apellidos compuestos o ridiculeces
semejantes que cuando asumen indigenismos que a quienes más perjudican es,
precisamente, a los indígenas.
Esas son patologías culturales que, felizmente,
tienden a desaparecer, en la medida en que conocemos más sobre nosotros mismos,
algo que ya los griegos recomendaban hace cuatro mil años.
Solamente así podremos “construir” el respeto: con
una identidad incuestionable, con conocimiento de lo que nos afecta
directamente y con reconocimiento mutuo y recíproco, componentes indispensables
en esa construcción que, además, solamente puede ser cuando es de doble vía:
Debemos respetar para lograr que nos respeten.
Por eso respetamos al pueblo cubano, y lo
seguiríamos respetando aunque desconocieran esos aportes peninsulares de la
piedra de afilar y las alpargatas que, en realidad, son irrelevantes.
Además, a diferencias de otros orgullos, el de ser
mestizos no se restringe a un día en el año. Es un orgullo permanente, es el
que le da sentido a anhelos a los que nunca renunciaremos, como el de la Patria
Grande.
FSM.
Buen post. Considero que de las europas heredamos más cosas que las que con gracia describen desde Cuba. Algunas positivas, otras bastante menos. En lo individual también pasa que la familia de la vieja es copada y decente, y la del viejo tiene historia en cagar a los cuñados, y a pesar de eso, el tipo es el que es y debe asumirse como el mix de esos dos mundos. Así también, podemos analizar qué aportó uno, que aportó otro, y discutirlo, lo que no podemos hacer es negarlo, ni modificarlo, pues ya somos esto. Más de 500 años de ser esta mezcla de genes, culturas y pensamientos. Asumirnos tal cual somos, ni de más acá, ni de más allá, respetando los orígenes. Identidad que le dicen, no?
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, Vaquerita. ¿Cómo era eso de Eladia Blázquez "Asumirnos como somos O no somos nunca más"?
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEs que no hay posibilidad alguna de no asumir nuestra identidad latinoamericana, mal que les pese a los que maldicen a los criollos por haber rechazado las "invasiones inglesas"... aunque sus apellidos -los de los que maldicen, digo- sean González o Spelterini. A estas alturas, ya no tiene importancia si los "originarios" eran más o menos salvajes que los "descubridores". "Originarios" y "descubridores" empezaron la historia... y aquí estamos, cinco siglos después.
ResponderEliminarEntre las ridiculeces indigenistas hay que incluir el mito del "indio ecológico", devenido del esperpéntico -y primermundista- "desarrollo sustentable". Deconstruir estas pavadas también es imprescindible para erigir la Patria Grande sobre cimientos sólidos: llevamos dentro una extraordinaria riqueza cultural, tan extraordinaria que, muchas veces, nos cuesta encausarla. Si algo no necesitamos es ponerle "adornos" estúpidos. Para el caso: los incas no fueron ecologistas sino notables agricultores... y genetistas. Esa cultura debe ser aprovechada y continuada, no tergiversada.
Damos la bienvenida al noble compañero de Sandokan (alusión para nostálgicos). Y expresamos nuestro acuerdo: cinco siglos después, aquí estamos y así somos
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