Fernando Botero |
Una de las buenas noticias para toda la América del Sur
de este año fue el inicio del proceso de paz entre el gobierno de Colombia,
encabezado por el presidente Juan Manuel Santos, y la guerrilla de las FARC,
para poner fin al conflicto armado más largo de los que han ensangrentado la
región en las últimas décadas.
Los medios le han dado, y le dan, la atención que merece.
En el Foro San Martín nos interesa señalar que ha sido posible, también, por la
superación de las divergencias entre Colombia y Venezuela. Expresada muy
claramente en el marco de la UNASUR, que inauguró la excepcionalidad de una
Secretaría General compartida entre Colombia y Venezuela.
Además, hemos querido acercarles el punto de vista,
expresado en una columna en El Tiempo, de Colombia, por uno de los actores del
escenario político de ese país. Alguien que por su trayectoria aporta una experiencia
relevante; y brinda datos poco conocidos fuera de su patria.
Antonio Navarro Wolff es un ingeniero y político
colombiano, que fue militante del grupo armado insurgente M-19, de algún modo
semejante a los Tupamaros en Uruguay. Hace ya largos años abandonaron las armas
y se integraron a la vida institucional colombiana. A. N. W. ha sido
constituyente, ministro de Salud, alcalde de Pasto, representantes a la Cámara,
gobernador de Nariño para el periodo 2008-2011, secretario de Gobierno de
Bogotá entre enero y marzo de 2012 y actualmente se desempeña como vocero
nacional del Movimiento Progresistas.
La paz que viene
Antonio Navarro
Wolff
Permítanse creer en mejores tiempos para Colombia y para
sus hijos.
No cabe duda de que estamos frente a la mejor oportunidad
en la historia de diálogos con las Farc, para que el actual llegue al puerto de
la paz en Colombia.
En 1999, en el Caguán, ese grupo venía de una sucesión de
victorias en el sur y el oriente del país, que lo llevaron a pensar que si no
se aceptaban sus ambiciosas propuestas en la mesa de negociación, podrían ganar
la guerra en los años siguientes. Fue una equivocación.
Trece años después, está claro que la victoria de las
armas rebeldes es imposible. Esa fue la reflexión que llevó al M-19 a negociar
en 1989. La perspectiva cierta de morir en una acción militar o de viejo en las
montañas demuestra que el alzamiento armado es inútil.
Es imposible también una victoria de corto plazo de las
armas oficiales. Un solo dato lo indica. En los últimos tres años la Fuerza
Pública ha sufrido 6.000 bajas a manos de los insurgentes.
La agenda de las conversaciones que empiezan en su
segunda etapa en Oslo muestra la nueva situación. A diferencia de la del
Caguán, es factible negociarla sin hacer concesiones imposibles de aceptar por
la mayoría de los colombianos. No está, por supuesto, exenta de dificultades.
La más complicada es la solución del galimatías jurídico
actual para permitir la participación política de los desmovilizados, pues sin
ella no hay acuerdo posible. ‘Timochenko’ en el Senado, para decirlo así, es
una condición indispensable para un acuerdo. Eso no significa que los
exguerrilleros harían las leyes, pues estas las aprueban la mayorías.
Estatuto de Roma, delitos de lesa humanidad, crímenes de
guerra y demás temas deben resolverse para producir una solución jurídicamente
estable que pueda aplicarse también a los miembros del Estado incursos en
delitos penales relacionados con el conflicto. No es aceptable lo que sucede
hoy con guerrilleros libres y militares presos.
La ocupación permanente por el Estado de las regiones de
las cuales se retire la guerrilla es otro tema vital. Si eso no sucede en esas
áreas, casi todas con cultivos ilícitos, aparecerá otro grupo armado o una
disidencia de las Farc, para ocupar el espacio, y habremos resuelto un conflicto
para enfrentar otro similar.
El tema agrario no es fácil
La negociación de la política agraria tampoco será fácil,
pues los dueños de latifundios están ya organizados y listos para defender con
uñas y dientes sus intereses.
Las víctimas aparecen por primera vez como un tema de
primer nivel en un acuerdo de paz. Se necesita inteligencia y generosidad para
que el asunto sea tratado constructivamente y los hijos dejen de crecer
buscando vengarse del que mató a su padre.
La preparación del “día después” debe empezar ya. No se
está haciendo organizadamente. Ojo al parche, presidente Santos. Recuerde que
si las negociaciones van a producir el fin del conflicto armado, la
construcción de la paz empieza el día siguiente. Este proceso va más allá del
silenciamiento de los fusiles. Busca conseguir la paz definitiva en esta tierra
de nuestros amores.
FSM.
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