"Humberto Podetti, uno de los miembros de nuestro Foro, nos muestra una frontera - no la menos importante - en la que está avanzando nuestra lengua y nuestra cultura. Cabe señalar que los procesos de interculturación son de doble vía, sin embargo.
En todo caso, los que estamos interesados en la unidad de la América del Sur tendemos a pensar que lo que se está desarrollando en la mitad norte de nuestro hemisferio es un tema para las próximas generaciones. Pero a veces la Historia se adelanta".
Desde mediados del siglo pasado los mexicanos regresan a su ‘tierra natal’
al norte del Río Grande, desconociendo la frontera establecida por los EEUU
luego de derrotar militarmente a México. Es una marcha pacífica, silenciosa,
constante, numerosa. Todos los esfuerzos desplegados por EEUU para impedirla
han resultado inútiles. Cruzan llevando sólo su lengua -el castellano de Juan
Rulfo y Octavio Paz, de José Vasconcelos y Carlos Fuentes-, su fe y su devoción
por la Guadalupana, sus ojos llenos de los colores y sentidos de Orozco y
Rivera, de Frida y Siqueiros, su música, sus ganas de vivir, formar una
familia, tener hijos. Es decir, su cultura civilizatoria. Nada que sea una
amenaza para nadie. Nada que valga algo en el mercado, salvo su capacidad de
trabajo aunque creen que el trabajo es un medio de dignificación de las
personas y no una mercancía sujeta a la oferta y a la demanda.
Una vez que concluyen la odisea de volver a la tierra de sus ancestros,
trabajan, estudian, forman familias, tienen hijos, tantos que alcanzan una tasa
de natalidad superior a la de su patria de origen. Aprenden inglés para
trabajar, pero para todo lo que sea ajeno al mercado hablan y escriben en
castellano, con toda su riqueza cultural y su capacidad de expresar esperanza y
sentido. Siguen comunicados con sus familias de origen, siguen cantando sus
poetas y perteneciendo a América Latina. Son cada vez más y migran cada vez más
al norte.
El 30 % de las familias ‘hispanas’ en
EEUU tienen tres o más hijos
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Según la Oficina
de Censos de EEUU, en 1950 eran el 1% de la población, en 1995 el 10 % y en 2011
llegaron al 16 % con 50 millones. Esas cifras no incluyen a los indocumentados,
que se estiman en 15 millones. En 2050 serán el 30 % de la población, con 132
millones, aunque para el mismo año se estima que serán ‘hispanos’ el 50 % de
los niños. Probablemente esta última cifra será aún mayor, dado que de cada
1.000.000 de votantes incorporados en 2012 al padrón de EEUU, 500.000 son
hispanos. Es decir que la mitad de la
juventud norteamericana es hispana.
En 2004 Samuel Huntignton publicó ¿Quiénes
somos? Los desafíos a la identidad nacional estadounidense, una concienzuda
investigación acerca de la profundidad y significado de esa marcha hacia el
norte del pueblo mexicano, cuya ruta siguen también muchos otros
latinoamericanos. Sus conclusiones fueron precisas: “La inmigración mexicana está provocando la reconquista –el destacado es de Huntington- de zonas que los estadounidenses habían
arrebatado por la fuerza a México en los decenios de 1830 y 1840…La
mexicanización está difuminando la frontera entre México y Estados Unidos y
está introduciendo una cultura muy diferente… “. También señaló que “a la
vez que avanza la inmigración procedente de otros países latinoamericanos,
también lo hacen tanto la hispanización en todo Estados Unidos como las
prácticas sociales, lingüísticas y económicas propias de una sociedad
anglohispana”. También hizo
prospectiva, sosteniendo que entre los futuros posibles estaba la organización
de una nueva nación independiente, Améxica,
y otra, con capital en Chicago, de población blanca, anglosajona, protestante,
que conservara la identidad norteamericana originaria. Aunque tal vez también
habría que agregar la posibilidad de otro Estados Unidos, de cultura
predominantemente latinoamericana y subculturas de origen europeo, africano o
asiático.
Portada de la
edición castellana de ¿Quiénes somos?
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Portada de la
Revista Time del 11 de junio de 2004: La frontera está desapareciendo ante
nuestros ojos, creando un mundo nuevo para todos nosotros. Bienvenidos a
Améxica.
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El Muro
Sensenbrenner en Los Nogales, Arizona
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La conmoción provocada en EEUU por ¿Quiénes somos? originó numerosas
respuestas. Una de ellas fue el Proyecto del Senador Sensenbrenner que entre
otras medidas destinadas a criminalizar la inmigración mexicana y
latinoamericana a los EEUU, dispuso la construcción de un muro de 1.200 kms. en
toda la extensión de la frontera terrestre entre Estados Unidos y México.
El Muro Sensenbrenner recuerda por sus fines y su
diseño –aunque mucho menos elegante- a la Gran Muralla China, construida
también para detener migraciones de pueblos, a lo largo de una frontera
extensa. El último episodio de la célebre antecesora del muro Sensenbrenner fue
a comienzos del siglo XVII. El pueblo manchú
comenzó a migrar hacia el sur, donde
gobernaba la dinastía Ming, del pueblo han. Los Ming decidieron utilizar la muralla para detener la
migración y proteger la capital, Pekín. Cincuenta años después, la dinastía
Ming fue desplazada por la dinastía Quing, manchú.
La Gran Muralla cerca de Pekín
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En 2006 algunas organizaciones de ‘hispanos’ y
movimientos católicos comenzaron a convocar protestas contra el Proyecto
Sensenbrenner en diversos puntos del país. Durante los meses de abril y marzo
se sucedieron innumerables convocatorias en 120 ciudades de EEUU. Finalmente se
reunieron varias de las organizaciones convocantes y llamaron a movilizarse
simultáneamente el día de los trabajadores, el 1 de mayo (en EEUU es un día
laborable), bajo los lemas Nosotros somos
América y Un día sin hispanos, retomando el título y el argumento de la
película mexicana Un día sin mexicanos, de
2004. El resultado de la convocatoria fue asombroso: la movilización popular
más grande de la historia de EEUU, con más de tres millones de personas
marchando en todas las ciudades norteamericanas, aún las más norteñas como
Seattle, Chicago o Detroit. Llevaron
banderas norteamericanas, mexicanas y de otras muchas naciones latinoamericanas
y pancartas en inglés y en castellano –algunas impresas, otras manuscritas-,
expresaron pacíficamente su fe religiosa, su alegría, su compromiso, su entusiasmo,
la defensa de la familia, el valor del trabajo, y cantaron el himno nacional
norteamericano en castellano, como si la lengua lo transformase en un reclamo
de justicia social, política y económica.
Los textos de las pancartas de la movilización constituyeron una nueva
proclamación de los derechos de las personas, comenzando por el de pertenecer a
la comunidad en la que elijan vivir. Tal vez la primera proclamación en la
historia hecha directamente por un pueblo en asamblea y no por sus
representantes.
Nueva York, 200.000 |
El aviso a Jesús
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Los efectos
de ese pronunciamiento popular han sido considerables y siguen
produciéndose. Los ‘hispanos’ tomaron conciencia de su número, de su capacidad
de organización, de su fortaleza cultural que imposibilitó que se diluyesen,
como ocurrió hasta ahora con todos los procesos migratorios en EEUU. Y
reencontraron colectivamente el sentido y la esperanza que los había impulsado
a retornar a su tierra natal.
Fueron por justicia y ganaron el futuro.
El Presidente de la Convención Demócrata de
septiembre de 2012 fue el Alcalde de Los Ángeles, Antonio Villaraigosa. Y quien
dio el discurso de apertura, señalando las líneas fundamentales de la propuesta
demócrata, fue otro hispano mexicano norteamericano, el Alcalde de San Diego,
Julián Castro, de 36 años. Quién da ese discurso es habitualmente alguien con
futuro promisorio, presidenciable. Obama ocupó ese lugar en la Convención
Demócrata de 2004.
La Corte Suprema ya tiene una Jueza ‘hispana’ y
todos los estamentos de los tres poderes tienen muchos ‘hispanos’, inclusive la
mayoría de los embajadores en los países latinoamericanos.
Esto propone varias preguntas. Así como lograron
no diluirse culturalmente, ¿lograrán no diluirse política y socialmente? ¿Lograrán
influir en las políticas internas y externas de los EEUU, profundizando la
democracia política y desarrollando la democracia social y económica y
participando en la construcción de un mundo multipolar?
Hace unos años estas preguntas tal vez carecían de
sentido o eran ilusorias. Pero América Latina ha dado y sigue dando pasos
significativos en sus procesos de integración, particularmente en UNASUR y la
CELAC, que negocian con EEUU y deciden en la OEA conforme sus derechos e
intereses. Y el mundo parece marchar inevitablemente hacia un sistema
multipolar, más equilibrado y más justo. Casi todos los pueblos están
movilizados, cada uno a su manera y según su cultura, pero con fines que pueden
expresarse en uno solo: participar en las decisiones que conciernen a su
futuro. En este nuevo contexto, imprevisible hace 20 años, las preguntas tienen
mucho sentido y alguna parte de las respuestas está en nuestras manos.
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